Con la aceptación más baja en la historia de un presidente priista, y las elecciones por la gubernatura del Estado de México, y de la Presidencia de la República, en puerta, Enrique Peña Nieto debe dar lecciones que lleven a los electores a las urnas, o los gobernantes electos tendrán la peor representación popular que se recuerde, y ganarán simplemente porqué consiguieron más de los raquíticos votos emitidos.

Una de estas lecciones se dio este fin de semana, con la detención del ex gobernador veracruzano Javier Duarte, a quien habrá que demostrarle que realmente desvió los 23 mil millones de pesos de que se le acusa.

Días antes había capturado la atención la captura, aunque en Italia, del ex gobernador Tomar Yarrington, y semanas atrás, en San Diego, la del fiscal nayarita Edgar Veytia. Claro que por ser detenciones hechas por gobiernos extranjeros, más que palomitas para el gobierno mexicano merecieron taches.

Aprehender a políticos de dudosa probidad no es práctica nueva pero no por eso deja de ser efectiva; lo primero es desencadenar una campaña de sospechas, demostrar la veracidad de algunas, si se puede, para luego dar el golpe maestro con la captura. Claro, el grueso de casos pasaron a la historia al ser exonerados finalmente por jueces federales.

Sin embargo ningún presidente como Peña Nieto ha tenido tanta materia de donde cortar, pues en los últimos años los nexos entre políticos y narcos se han hecho por demás evidentes.

Estamos esperando los mexicanos que se haga justicia, y que se nombre compañeros de celda de Javier Duarte, al también prófugo ex gobernador de Chihuahua, César Duarte, y de paso al ex director de Pemex, vinculado al caso de corrupción de la empresa brasileña Odebrecht, Emilio Lozoya.

El tema viene a colación por una plática con mi vecino, don Joel, de 76 años, quien gusta platicar “de política” con quienes le damos un rato de atención.

Que meta a todos los rateros a la cárcel”, me decía don Joel, esperar de Peña Nieto un vecino, quien se jacta de haber honrado la memoria de su padre y “haber sido honesto, por eso terminé pobre y viviendo del 65 y más”.

Don Joel me recuerda casos como el de Jorge Díaz Serrano, el ex director de Pemex, “quien se la hizo, y se la pagó, a López Portillo, aunque luego salió libre”.

O el caso más reciente, el de la “maestra” Elba Esther Gordillo.

El gusanito me lleva a preguntar a quien recuerda con nitidez los pasajes políticos de México.

-¿Cómo ganaría Peña nuevamente la Presidencia, don Joel?

-¡Pues metiendo a todos los rateros a la cárcel!-, es su pronta respuesta.

Aunque luego medita:

-¡Pero habría que sacar a rateros que robaron por hambre, por necesidad, por falta de trabajo, para que quepan en la cárceles tantos gobernadores, presidentes municipales ,  diputados y senadores rateros¡… y a alguno que otro Presidente-.

 

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