Es mangante, inmoral, pecaminosa, vertical y debería ser considerada un crimen de lesa humanidad porque daña el tejido social afectando la vida de millones de personas a las que les roba su presente y les quita cualquier oportunidad de futuro.
La corrupción se ejerce de forma clientelar, edifica una pirámide en la que uno le tiene metida la mano en el bolsillo al otro, pero no todos participan de igual forma sino habría menores disparidades, menores brechas entre esos pocos ricos y los otros muchos pobres.
La corrupción según su definición enciclopédica es “la acción de corromper o bien de corromperse”, es decir, un mecanismo en doble vía para el que acepta o pide el soborno así como para quien lo ejerce al llevarla a cabo ofreciendo maletines de dinero a cambio de algo.
Generalmente se asocia con las personas con un cargo público, sobre todo políticos en distintas esferas del poder pero los ciudadanos no somos indemnes no podemos curarnos en salud y decir que los otros son corruptos y crear un silogismo irrompible entre la política-el poder-la corrupción.
¿Está el corromperse en el ADN? Así como existe una precondición al cáncer en determinados seres humanos, la pregunta es si también puede haber una carga genética para desencadenar ciertos comportamientos sociales. Como aquél que prueba la marihuana y se engancha al activársele el sentido precondicionado.
Es de escandalizar la putrefacción que nos consume, quizá la Sociedad de la Información ha prohijado la facilidad de enterarnos en segundos de lo que acontece en otro país y así podemos ir sumando casos, amalgamando una serie de datos y ampliando el horizonte para el análisis.
De acuerdo con ONE, la ONG antipobreza cofundada por Bono de U2, y cuyos datos han sido presentados en Davos, Suiza durante el cónclave del Foro Económico Mundial, al menos un trillón de dólares anuales es el costo de la corrupción que desangra a los ciudadanos de los países más pobres.
El dato se concentra únicamente a lo que por ejemplo, África deja de destinar en pro de mejoras para su ciudadanía y creación de más infraestructura, porque el dinero que debería ser utilizado para dichos fines se lo quedan los políticos en componenda con otros empresarios y por supuesto gente ligada con la banca y los mercados financieros.
Empero, ni siquiera el Banco Mundial, puede aportar cuánto es el costo real de la corrupción en los países más desarrollados e industrializados, porque únicamente el acento se concentra en cómo el dinero que se roba de las arcas públicas lacera a los países menos desarrollados.
Se enroca así el binomio: pobreza y corrupción o corrupción y pobreza uno unido a lo otro como si el orden de los factores no alterase el producto, empero, hay corrupción en todas partes del mundo lo mismo en Suiza que Alemania, Francia, Reino Unido, España (la piedra angular de la corrupción) Canadá o Estados Unidos.
A colación
En el país galo, las elecciones han dejado un alboroto de malas prácticas entre diversos de sus candidatos a la Presidencia, a la luz pública ha salido más de lo mismo: un funcionario mete a sus familiares en la nómina oficial.
Lo más sonado tiene que ver con el conservador François Fillon, el candidato ha sido imputado por la justicia francesa por malversación de fondos públicos a partir de que fueron ventilados documentos que relacionan a su mujer contratada con un supuesto empleo ficticio concedido por él y por el que ella habría percibido más de medio millón de euros.
Pero ni los socialistas se salvan, si no son los Montesco son los Capuleto, el mal es endemoniadamente endémico posee a blancos, negros, marxistas o de derecha, ateos o católicos, solteros o casados, hombres, mujeres u homosexuales. La corrupción es una trampa tentadora.
También en Francia, el mes pasado, a ocho columnas los principales periódicos destaparon que el socialista Bruno Le Roux (se desempeñaba como ministro del Interior) tenía en la nómina a sus dos hijas con el cargo de asistentes parlamentarias; ambas empezaron a cobrar cuando apenas estaban en el bachillerato.
Son los clásicos casos de aviadores, contratos fantasmas que se saben en México, pero aplicados en un país de primerísimo nivel como Francia; total de lo que se trata es de robarse a como dé lugar el dinero del erario, del presupuesto que muy dignamente ha pasado por una votación en el Congreso pero que nunca llegará a ser utilizado a cabalidad para lo que fue aprobado.
El funcionario lo disfrutará en casas palaciegas, autos deluxe, en viajes exquisitos y se asegurará que los suyos entren a la nómina para que puedan seguir abasteciéndose del erario público como una colonia de hormigas a fin de que en el invierno de su vida reciban una pensión cuando nunca se fatigaron en trabajar. Y ese contrato, dicha nómina y jubilación se la han robado a alguien, se la han quitado de por vida -a un chico o una chica-, con una preparación universitaria y seguramente muy necesitados de salir adelante. La corrupción es un crimen imperdonable.