«¿Y por qué vivir? Si no hay ningún fin, si la vida nos ha sido dada por sí misma, no hay para qué vivir. Y si es así, entonces los Schopenhauer, y los Hartmann, y también todos los budistas tienen completamente razón. Pero si la vida tiene un objeto, es claro que debe  cesar una vez alcanzado este objeto. Y así sucede. Observe usted: si el fin de la humanidad es el bien, la felicidad, el amor —como quiera—, si el fin de la humanidad es lo que dice la profecía: que todos los hombres han de unirse en el amor, que las lanzas serán fundidas para hacer guadañas, etc., entonces ¿qué es lo que impide  alcanzar este fin? Lo impiden las pasiones».

Si suponemos que la vida está estructurada como una gran maquinaria dispuesta para alcanzar un punto ideal, diríamos que, llegados a ese estado la vida carecería de sentido. ¿Para qué vivir entonces? Esa es la pregunta con la que se inicia la cita anterior y que está tomada de la novela “La sonata a Kreutzer” cuyo autor es el ruso León Tolstoi. En el fragmento que ha sido presentado leemos las reflexiones de Pózdnyshev quien, durante un viaje en tren, monologa para su acompañante acerca de los vicios a los que lleva la vida marital. La trama se reduciría a que Pózdnyshev, celoso de la relación de su esposa con un músico, la asesina y a partir de este evento teoriza en torno a las relaciones humanas y a aquello llamado convencionalmente amor.

Pózdnyshev es certero, las personas se casan por costumbre y eso que creen que es amor simplemente se explica como un aprendizaje condicionado para reproducir un modelo de familia que si bien es caduco, permite al estado abusar de los individuos a través de la sentimentalidad. La novela lleva por título el nombre de una obra de Beethoven, el compositor alemán que se formó como un músico clásico y terminó adoptando la estética del romanticismo. Beethoven es romántico, como los personajes de Tolstoi que constantemente son atormentados por un descontrolable desbordamiento de sus pasiones.

Al principio de este texto apareció otra pregunta a la que no hemos dado respuesta. Si la finalidad de la vida es alcanzar el amor, ¿qué lo impide? Tolstoi dice que las pasiones, cuya más fuerte es aquella expresada en la sexualidad. Pózdnyshev creyó haberse casado por amor y cuando mató a su esposa advirtió que en realidad fue por costumbre. Las personas creen amarse, pero aquello que llaman amor no es más que una educación emotiva caduca, el amor no es para todos, no es democrático, y mucho menos alcanzable por las clases populares. El amor es una condición ideal conseguida a través del sacrificio.

Aunque extremista, esta concepción del amor tiene una justificación en Tolstoi y es que a partir de su novela “Resurrección”, él experimentó una conversión espiritual que lo llevó a fundar una secta religiosa practicante del cristianismo primitivo. Si cristo no instauró el matrimonio ¿por qué habríamos de casarnos? Esto es lo que afirmaba Tolstoi, quien en sus últimos días intentó enmendar su vida para ser fiel a las ideas del Mesías.