“El poder no corrompe. El miedo corrompe, tal vez el miedo a perder el poder”  -John Steninbeck-

No cabe duda que el ingenio mexicano es notable entre la clase política de nuestro país que después de tantos escándalos en los que se han visto envueltos servidores públicos, finalmente ha descubierto un mecanismo infalible para evitar la corrupción.

Se trata de una vacuna que apenas fue descubierta en un laboratorio con tecnología de punta denominado CONAGO (Conferencia Nacional de Gobernadores) que apenas hace unos días dio muestras de la lucidez que caracteriza a sus integrantes.

 

Y descubrieron el hilo negro

Y es que su presidente en turno, Graco Ramírez, tuvo la puntada de anunciar que la CONAGO creará un código de ética para que todos los gobernadores de éste nuestro México lean, asimilen y se conduzcan bajo sus principios.

No cabe duda que han descubierto el hilo negro para acabar con la corrupción: un código de ética, que si les da resultados positivos podrían patentarlo y en este contexto de globalización, la humanidad estaría agradecida.

Si esa disciplinada maestra de origen cubano que me dio la clase de Ética hace ya varias décadas cuando estudiaba la preparatoria, escuchara que los hombres que constituyen la cúpula de poder en este país, proponen crear un código de ética para horrarlo y defenderlo a estas alturas del partido, estaría horrorizada.

Una de las definiciones más sencillas dice que la ética es: “La disciplina filosófica que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano”. Y estos principios básicos se aprenden a lo largo de la vida, en la familia, en la escuela, en la religión, en sociedad, no por decreto.

 

Pérdida de credibilidad

Lo que sucede a nivel nacional es el reflejo de un terrible deterioro de la clase política, cuyos representantes han dado clara muestra de una conducta carente de principios éticos.

Para quienes hacen política ya no es un riesgo, sino una realidad, la falta de credibilidad.

Es por eso que la propuesta de crear un código de ética como si fueran los Diez mandamientos, es una tomada de pelo.

Muchos políticos de nuestro país y de Tlaxcala olvidaron que el ejercicio de la política requiere de credibilidad como uno de los fundamentos básicos para poder desempeñar una actividad que es eminentemente pública.

Parece que ahora hablar de virtudes como la integridad y honorabilidad de quienes ejercen el poder político en nuestro país está muy alejado del discurso y mucho más lejano de la realidad.

El nuestro, es un sistema político infectado por los actos de corrupción de personajes que han visto en sus cargos la posibilidad de un enriquecimiento desmesurado.

Han perdido credibilidad aquellos que dicen que la crisis está en nuestra mente, cuando hay más de cincuenta millones de pobres en nuestro país; aquellos que abrazan y presumen a gobernadores que son auténticos delincuentes de cuello blanco. No cabe duda que vivimos realidades distintas.

 

¿Qué debería contener el código de ética?

Ya que la CONAGO propone crear un código de ética para los gobernadores de nuestro país, valdría la pena imaginar cómo se llevaría a cabo una reunión para definir el contenido, que por cierto, se comprometieron a entregar en el mes de mayo.

Tal vez en esa reunión más de uno pensaría que todo lo que ahí se acuerde podría ser usado en su contra. Así que cada principio deberá estar bien diseñado para no afectar sus intereses.

Pensemos un poco qué podría contener. Primero, dirá que todos los gobernadores firmantes se comprometen a amar, respetar y ser fiel a los principios del código, pero que como en los matrimonios, también hay casos de excepción y para ello, existirá el marco legal que permita una sana distancia con aquellos que violen sus principios.

Tal vez diga que los gobernadores no robarán, perdón, no cometerán peculado, que se lee más elegante.

Que no harán mal uso de los recursos públicos creando empresas fantasmas a quienes el gobierno les compre bienes pagando cifras millonarias.

Otro sería que no recibirán recursos públicos para campañas políticas de candidatos a diversos puestos de elección popular en bolsas de plástico o amarradas con liguitas.

También, que no utilizarán a presta nombres para comprar departamentos, terrenos, casas de lujo u otros bienes raíces.

Que no construirán carreteras o caminos para obtener beneficios para futuros proyectos inmobiliarios que les representarán ganancias millonarias.

Que no permitirán que sus esposas publiquen en redes sociales los lujos con los que viven, visten y calzan porque la delincuencia organizada puede ponerlos en riesgo.

Que no recibirán mucho dinero del narcotráfico, que la cifra debe ser moderada porque el aumento de ceros en sus cuentas bancarías representa un riesgo en cuanto a la credibilidad que deben tener.

Que deben desterrar de su discurso ese concepto que los periodistas han dado por utilizar mucho en las últimas décadas: narco gobiernos.

Que los viajes a las Vegas, junto con las apuestas millonarias, deberán salir de sus sueldos y no del erario público, a menos que estas reuniones sean estrictamente de trabajo.

Que no obtendrán ganancias millonarias al inyectar agua destilada en lugar de quimioterapia a niños enfermos de cáncer.

Que no desviarán recursos para campañas políticas a menos que las encuestan señalen que su candidato está algunos puntos por debajo del contrincante.

Que no llevarán acarreados a mítines políticos a menos que les cambien el tradicional frutsi y la torta por un desayuno más nutritivo.

Que sus gobiernos hablarán de transparencia y anticorrupción porque son dos conceptos nuevos que suenan bien en los discursos.

 

A pie de página

En la actualidad el periodismo de investigación tiene un papel primordial para evidenciar las acciones de gobierno de todos los niveles, de ahí la importancia del respeto a la libertad de expresión.

Cualquier gobierno que presuma una nueva forma de hacer política debe incluir como fundamento básico, la libertad de prensa, ello fortalece la vida democrática de cualquier sociedad.