Inocencia Blanco Balbuena tiene 65 años, de cariño le dicen Ino; es de carácter generoso y contó a Síntesis su historia.
Es trabajadora doméstica desde hace más de 40 años y forma parte de los 2.5 millones de personas que en México se dedican a esta actividad.
Aunque tenía miedo de salir a trabajar cuando era apenas una niña y dejar la vida que tenía al lado de su madre en Chiautla de Tapia, la pobreza de su casa y la muerte de su padre, la impulsaron a dar uno de los pasos más grandes de su vida.
“Llegué a Puebla a los 10 años y desde entonces he trabajado en quehaceres del hogar: lavo ropa, lavo trastes, plancho y hago todo el aseo de una casa. No niego que a veces me canso y que los dedos de las manos ya me duelen mucho porque tengo artritis por lavar desde los 8 años”, explicó.
No tiene seguro médico, prestaciones de ley o algún contrato que la avale, pero aseguró que durante las décadas que lleva trabajando, ninguna de las personas para las que laboró ha sido grosera o abusiva y que siempre ha sido tratada con respeto.
La rutina.
Las actividades de la señora Inocencia son variadas, pues aparte de hacer la limpieza en una casa, es miembro de un grupo religioso en la Parroquia de San Vicente de Paul, donde asiste al sacerdote durante el oficio de la misa.
Su jornada laboral es de 9:00 a 16:00 horas aproximadamente, el horario varía según la cantidad de trabajo que tenga o las familias que soliciten su apoyo, sin embargo la mayoría de las veces llega temprano a su hogar porque actualmente sólo trabaja tres días de la semana y desde hace 15 años con la misma familia.
Ino cobra entre 250 y 300 pesos diarios por trapear, barrer y mantener limpia la casa, no cocina pero sí plancha; si alguna persona se lo pide, puede hacer otras actividades como hacer el mandado o ayudar con eventos especiales.
Y aunque para ella el trabajo doméstico no es desagradable, no le gustaría que más niñas se dedicaran a eso, pues considera que los estudios pueden darles mejores oportunidades que las que tuvo ella.
“Yo me siento contenta, estoy feliz, pago mi cuartito donde vivo. Desde hace más de 40 años que me dedico a este trabajo y le doy gracias a Dios porque he tenido buenos patrones y me han tratado bien, pero es un trabajo muy cansado”, relató.
A corto plazo, Ino desea descansar y dejar los utensilios de limpieza para siempre, sin embargo, tendrá que esperar hasta que reciba algún apoyo gubernamental, como es el caso del programa Más 65 de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), pues su única hija tiene una familia grande que mantener, y ella no tiene a nadie que le ayude con sus gastos de renta y alimentación.
“Soy viuda desde hace 14 años y desde que mi esposo falleció me dediqué a mi hija y al trabajo. Yo me siento contenta de ser útil a mi edad, tengo 65 años y aquí estoy trabajando, aparte no tengo a nadie que me mantenga y mientras Dios me preste vida y salud yo aquí estaré trabajando”, manifestó.
En defensa de sus derechos.
El Día internacional de las trabajadoras del hogar fue adoptado en 2011 por la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo, a través del convenio 189, cuyo objetivo es hacer respetar los derechos de este tipo de empleados.
Al cierre de 2016 Puebla se ubicó como la tercera entidad del país con la tasa más alta de informalidad laboral, al sumar al 73.8 por ciento de las personas que trabajan, sin acceso a prestaciones laborales.
La mitad de las personas empleadas en la entidad perciben diariamente entre uno y dos salarios mínimos, lo que se traduce en sueldos de 1 mil 200 a 2 mil 400 pesos quincenales, según el INEGI.
El carácter positivo y sereno de Ino le ayudan a ver con orgullo y optimismo su empleo, su historia es como la de miles de mujeres que no tiene trabajos formales.
Desde que era niña.
Un ejemplo más es el de Gabriela Sánchez Nieto, quien empezó a laborar siendo niña, para enfrentar la muerte de su padre y las constantes enfermedades de su madre.
“Empecé a los 14 años, siempre he trabajado en casa, aunque desde hace 10 años he trabajado en cocina. Empecé joven porque mi papá falleció cuando tenía 6 años y mi mamá se quedó sola y enferma, y tuve que salir a trabajar desde niña para poder llevar dinero a mi casa”, relató.
Tampoco cuenta con prestaciones de ley y se adapta a las condiciones que designan las personas con las que labora y los negocios donde ofrece sus servicios por día o como trabajadora de planta, de lunes a viernes.
Señaló que lo más difícil de ser empleada doméstica es que pasó mucho tiempo fuera de casa y eso le impidió cuidar más a su hija.
“Sí ha sido difícil la labor para mí, porque cuando eres niña quieres salir de la casa por los problemas económicos y de violencia que hay, y te encuentras que la vida es drástica y dura”, externó.
“Para mí lo más difícil fue que mi pareja me abandonara y me quedara sola a los 16 años con una hija, y que nadie me ayudara y tenía que andarla trayendo para todos lados y también sufrió”, continúo.
Gabriela destacó que a diferencia de otras compañeras que han denunciado malos tratos y hostigamiento en los lugares donde labora, ella ha “tenido suerte” de tratar con buenos patrones.
“Yo siempre trato con respeto a los patrones y a los niños con mucho cuidado, y a los jóvenes también con mucha paciencia en las casas donde trabajo”, manifestó.
Aunque reconoció que lo más difícil es cuidar bebés por la responsabilidad que representa tener a cargo la seguridad de un menor.
Explicó que al igual que ella, ahora, su hija de 20 años, comenzó su vida laboral al convertirse en mamá y que lejos de reprocharle la falta de tiempo por dedicarse a su trabajo, es comprensiva y le agradece su esfuerzo.
“De parte de mi hija no he tenido ningún reclamo, al contrario, ella ha visto todo el esfuerzo que he hecho para que estemos bien; ahora que ya es mamá me entiende y me dice que va a trabajar duro por su familia”, citó.