Ya no basta con un trabajo remunerado, una de las principales consignas sociales históricas reivindicada mediante el surgimiento de diversos movimientos pioneros sindicales algunos impulsados por Robert Owen, empresario y socialista utópico inglés, ferviente defensor del cooperativismo.
Tampoco pasar por las aulas garantiza el acceso directo a los canales del empleo formal, el desplazamiento de la mano de obra así como de mucha gente formada técnica y profesionalmente, son en la actualidad una preocupación acrecentada además ante la inminente presencia de la inteligencia artificial y los robots.
Hace unas columnas atrás comentábamos de la advertencia de Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial, en relación al inminente proceso que se nos avecina “habrá menos trabajos por la robotización”.
No son premoniciones sino razonamientos certeros con base a la realidad y nadie mejor que él -tan cercano a la toma de decisiones-, avizora el panorama global laboral en el que “muchos trabajos van a desaparecer muy muy rápido”.
Hoy en día subsiste una precariedad laboral latente, es el galimatías del siglo XXI al que se enfrentan millones de jóvenes: encontrar un empleo con insuficiente ingreso para vivir, tener un salario de hambre no es irreal como tampoco ser un lumpentrabajador.
En España, con motivo del Día del Trabajo, el Sindicato de Técnicos de Hacienda (Gestha) publicó un informe demoledor: “El 47% de los trabajadores en España tenían en 2015 salarios por debajo del mileurismo”.
Mil euros son al tipo de cambio actual (20.80 pesos por euro) un total de 20 mil 800 pesos, en 2015 el año de referencia del estudio de Gestha el salario mínimo interprofesional en el país ibérico se situó en 648.60 euros.
En dicho año, cerca de 6 millones de trabajadores –el 34.4%-, percibían un sueldo por debajo del salario mínimo, poniéndoles al borde la pobreza. Para este año el salario mínimo subió a 707.60 euros. Sin embargo, sigue siendo precario.
La palabra precariedad es el súmmum para describir la situación padecida por millones de personas que salen todos los días a trabajar con la certeza en el bolsillo de que no llegarán con dinero a final del mes.
Hace unos años previos a la erupción de la crisis económica y su magma devastador en el tejido socioeconómico, ser un mileurista en el país ibérico implica una frontera de máximos y mínimos, todo un estereotipo para ofertas laborales bastante ligadas con el sector servicios; para un mileurista la única forma de emanciparse es compartiendo piso con otras tres o cuatro personas.
El drama ahora desdibuja una nueva dimensión del desastre: la recuperación económica no ha calado por igual en el baremo salarial, a tal grado que ser un mileurista en 2017 ya no es la última frontera, porque las empresas están contratando y pagando entre 600 a 800 euros mensuales.
A colación
Los estudios como el de Gestha azuzan los peores temores y la propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) confirma la especie “crece la desigualdad salarial en el mundo” y la equidistancia sigue profundizándose entre los países emergentes y en desarrollo respecto de los desarrollados.
El análisis “Informe mundial sobre salarios 2016/2017. La desigualdad salarial en el lugar de trabajo” publicado recientemente por la OIT afirma que en Europa el 10% mejor pagado gana una media equivalente al 25.5% del total de los salarios percibidos por la totalidad de los trabajadores de dichos países.
“Si bien los datos no son estrictamente comparables, el porcentaje correspondiente al tramo del 10% superior es incluso más elevado en algunas economías emergentes; por ejemplo, en el Brasil (35%), India (42.7%) y Sudáfrica (49.2%). En Sudáfrica e India, el porcentaje correspondiente al 50% con menor remuneración es de apenas el 11.9% y el 17.1% del total de los salarios pagados, respectivamente”.
Un punto relevante es que el estudio en cuestión desmitifica que la desigualdad salarial esté únicamente relacionada con aspectos tales como nivel de instrucción, edad o antigüedad en el cargo y la correlaciona con variables tales como: el género, el tamaño de la empresa, el tipo de contrato y los sectores.
Por género, el organismo internacional afirma que nada más en Europa “las mujeres representan en promedio entre el 50% y el 60% de los trabajadores de los tres deciles con menor remuneración”.
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