De poco o de nada sirve que el gobierno federal, el ejército y el gobierno estatal se esfuercen en combatir los actos de corrupción, ilegalidad y del crimen organizado si los ediles  poblanos no hacen nada por mantener el control y la gobernabilidad en Puebla.

Es una tristeza que los presidentes municipales, quienes están encargados de la seguridad y del orden en sus comunidades se hagan los tontos, los sordos y los ciegos ante los graves fenómenos.

Es reprobable que simulen no saber nada, o que digan que los amenazaron las bandas de criminales por combatir el huachicol sólo para evadir su responsabilidad.

Es un argumento absurdo el hacerse el loco y fingir demencia cuando más se les necesita.

Si se van a buscar responsables de permitir la ordeña ilegal a los ductos de Pemex entonces que se empiece por juzgar a los ediles de los municipios del triángulo rojo y de la franja del huachicol, así como de otras regiones por donde atraviesan las redes de la paraestatal.

¿O nos van a decir que en los últimos años ni vieron, ni supieron nada del mentado huachicol; de lo que, por cierto, hoy debería llamarse el robo del siglo?

Dice el dicho que tan es culpable el que mata la vaca como el que la agarra la pata.

Así que el gobierno de la república debería empezar a investigar el patrimonio, los ingresos y en general la administración de los presidentes municipales como el de San Martin Texmelucan, Rafael Núñez Ramírez; así como el de aquellos que gobiernan las comunidades de Tepeaca, Palmar de Bravo, Quecholac, Acatzingo, Acajete y Tecamachalco.

Y lo mismo a todos aquellos que resulten responsables de solapar el robo a los ductos de Pemex, el cual, según José Antonio Meade Kuribreña, secretario de Hacienda y Crédito Público, asciende de 15 a 20 mil millones de pesos al año.

Porque, insisto, de nada sirve que el gobernador Tony Gali, el presidente del país, Enrique Peña Nieto (EPN) y el ejército trabajen para detener el ilícito si muy probablemente los organizadores del hurto están metidos en los distintos ayuntamientos.

No es posible que mientras el gobierno de Puebla trabaja y opera a marchas forzadas para tratar de contrarrestar la inseguridad, la violencia contra las mujeres, el huachicol y en general al crimen organizado en la entidad, las autoridades municipales no puedan ni contener la ira, el enfado y la inconformidad de sus gobernados.

Ni el gobierno estatal ni el federal, mucho menos el ejército pueden hacer todo.

Es una estupidez que el edil de San Martín Texmelucan pretenda que las fuerzas armadas lleguen al municipio a hacer el trabajo que le corresponde.

Sería más fácil que el edil se vaya del ayuntamiento de San Martín y ceda el puesto a alguien más que sí tenga los tamaños para gobernar, y que sí tenga capacidad para afrontar los problemas.

Porque Rafael Núñez no ha podido ni siquiera poner orden en el tianguis de su comunidad, considerado el más grande de América Latina.

La gota que derramó el vaso en San Martín, el colmo de la ineptitud del edil, fue que la población inconforme con sus acciones y sus decisiones le haya tomado la sede de su gobierno.

Ya sólo le falta exigir al ridículo edil que el Estado Mayor Presidencial le envíe una guardia especial para que ni los comerciantes, ni nadie se le acerquen a molestarlo.

Vaya desfachatez.

Con razón ayer le reventó en la cara la conferencia de prensa que ofrecía en uno de los hoteles del centro histórico.

Eso y más se merece Rafael Núñez por mañoso y gris.

Por algo Manuel Valencia Martínez, representante de la Federación de Comerciantes de San Martín Texmelucan, ha dicho que el tianguis de San Martín Texmelucan, y todo el gobierno de Rafael, es una verdadera bomba de tiempo.

Bomba que el presidente no ha podido ni desarmar ni desactivar para bien de los habitantes del municipio que mal gobierna.

Porque en el tianguis como en sus alrededores impera la ingobernabilidad, la inseguridad, la delincuencia y hasta la muerte por aquello de que las líneas de alta tensión de CFE están arañando los techos de lámina de los locales, junto con la vida de los comerciantes que acuden semana a semana a vender sus productos.

Y lo peor, San Martín Texmelucan, aunque no forma parte del triángulo rojo del huachicol sí es un municipio considerado como foco rojo por Pemex.

Sobre todo porque forma parte de la llamada “franja del huachicol”, como ya lo dije, la cual abarca del municipio de Esperanza, la frontera con Veracruz, a San Martín Texmelucan, colindancia con el Estado de México.

Por aquel borde de la muerte atraviesan al menos 5 grandes ductos de Pemex que van de Veracruz a la Ciudad de México, los cuales transportan gas natural, gas licuado y sus derivados como gasolina, diesel, entre otros.

San Martín es una bomba de tiempo pero también una mina de oro que quiere sobre explotar el putrefacto gobierno de Rafael Núñez.

¿O ya olvidó, el edil, que en 2010 en San Martín se registró una fuga en uno de los ductos que atraviesan la región -provocado por una toma clandestina- que generó la peor explosión de éste tipo en el país?

Ductos que fueron y están siendo ordeñados, según el testimonio de los pobladores de la región.

Y sólo para terminar de refrescarle la memoria a Rafael Núñez, en aquella tragedia se registraron al menos 30 muertos, más de 50 heridos y al menos 100 casas dañadas en su totalidad.

Y todo por la complacencia del gobierno en turno al huachicol.

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