En la vida cotidiana, en actividades laborales, en acontecimientos históricos, desastres económicos del mismo modo en sucesos sociales, o en mermas de vida son algunos acontecimientos que quedan fijos en la memoria. Estos hechos dejan huella perpetua en el recuerdo, porque causan quebrantos en la vida de los que sufren estas vicisitudes.

La pena es más sentida cuando se trata de pérdidas humanas, porque los desaparecidos poseen cualidades, aptitudes y capacidades distintivas que los hacen únicos en el ramo del conocimiento, en el campo de las artes o por haberle dado un sentido a su existencia al haber dejado huella en la humanidad.

Ayer 22 de mayo se cumplió un año de la desaparición física de un artista plástico, escultor, maestro y excelente aliado en fomentar la cultura hñähñu.  Sin duda con gran trascendencia por su estilo y por la contribución aportada en el uso de materiales. Tras veinticinco años de haberlo tratado y haber tenido proyectos en común, con especial afecto le dedico la siguiente pieza poética:

 

Sembrador de imaginarios

Al entrañable, José Luis Romo Martín

Tierra hñähñu, extendida estas con ansiosos brazos,

espera silenciosa a ser ocupada por tesoneros

de pasión sin límites y de soñadores despiertos.

Aguardas con anhelo al emprendedor labriego,

a romper surcos en tu hambrienta superficie

y depositar la semilla, simiente sagrada, sostén de vida.

Naturaleza desigual de tu entorno, estás ávida,

a mostrar tu bondad dada a raudales,

tesoros de tu área visible y de tus entrañas.

Formaste a uno de afilada vista para contemplar

todo el esplendor y pintarte con nítida luz,

ser vista más allá del crepúsculo, hacia el firmamento.

Creaste a uno, quien, con líneas multicolores,

dibujó a trozos la vivida realidad con pinceles.

A su manera, sacudió el polvo en la historia.

Él dibujó a otontecutli, deidad ancestral hñähñu,

él fue de voluntad recia y flexibilidad de raíces del maguey,

a veces, dureza del tallo del huizache y del mezquite.

Sus manos diestras acataron el mandato de su ingenio,

de vivencias, pensamientos y sentimientos,

sus cuadros son realidades fijas en el tiempo.

Porque es inmortal su nombre,

su nombre, José Luis Romo Martín

con dignidad se nombró: pintor otomí.