Hay quien le gusta acompañar el champán con caviar de Beluga es una combinación con carácter y con un cierto toque kitsch, sirva para reflejar la personalidad de dos políticos como Vladimir Putin y el delfín del Elíseo, Emmanuel Macron que ya demostró ante su homólogo estadounidense Donald Trump que al menos en los saludos, no lo va a vencer, ni mucho menos a intimidar.

En estos tiempos vacíos de contenido pero cargados de gestualidad se  observa con lupa  milimétrica hasta el más nimio detalle, cualquier señal insignificante es analizada con una dosis de morbosa precisión.

La reunión de hoy lunes en París entre Macron y Putin viene cargada de muchas emociones y sensaciones recientes como las que dejó en Taormina, Sicilia la gélida reunión del G7.

Los representantes de los siete países más industrializados del mundo arribaron bastante escépticos por encontrar puntos de comunión con el presidente Trump; el magnate es toda una ametralladora, al hablar se le escapan las palabras sin mediar en sus consecuencias.

En la cita se lograron algunos tibios acuerdos: un punto de unidad en materia de terrorismo aunque en lo demás muchos estires y aflojas como aconteció al discutir de comercio internacional,  la mayoría expresó su vocación de mantenerlo libre, abierto, respetuoso de las normas de la OMC y de los acuerdos bilaterales y multilaterales vigentes; y en el renglón del cambio climático se refrendó el compromiso de la COP 21 de París, si bien Trump  se abstuvo muy pronto dará a conocer su postura oficial.

En mi opinión lo verdaderamente relevante consistió en que por primera vez este grupo de siete poderosos coincidieron en exigirle mayor responsabilidad a todos los CEO y directivos de alto nivel de las empresas de tecnología de la información como Facebook, Google, Yahoo, todos los buscadores y redes sociales para que coadyuven a la lucha contra el terrorismo bloqueando páginas en las que se hable fácilmente desde cómo hacer  una bomba casera hasta aquellas que inciten al odio, la radicalización y los atentados.

En medio de esta tesitura, el primer encuentro entre Rusia y Francia en la cancha francesa es bastante relevante máxime que el propio Macron venía alertando de la posibilidad de que “los hackers rusos” se entrometieran en la campaña. Putin siempre se decantó abiertamente por Marine Le Pen.

Por lo pronto la agenda galo-rusa incluye el terrorismo, Siria,  la inmigración y la forma de alcanzar nuevas formas de cooperación entre ambas economías, Putin no ha cesado en hacerle guiño tras guiño a los franceses, desde el regalo de un cachorro policía (perdieron un perro en una redada terrorista en noviembre de 2015) hasta financiar un enorme árbol navideño afuera de Notre Dame y ahora costear un hermoso edificio que albergará un centro ortodoxo.

Hay una  desvelada intención del oso ruso para limar   asperezas y es que quiere romper la política del hielo “ni te veo ni te oigo” que la Unión Europea (UE) le viene aplicando desde 2014 como una sanción en su contra tras los roces con Ucrania y la anexión de Crimea (Putin argumenta que ellos no se la anexionaron violando ninguna soberanía que fue el resultado de un referéndum).

Y eso le ha costado a Rusia dejar de ser invitada a las cumbres del G7, en 1997 asistió por vez primera en calidad de socio –y no de observador. Desde entonces pasó a ser el G8 hasta que la situación con Ucrania le ha llevado a confrontarse con parte de la comunidad internacional por violación a los derechos humanos hasta un boicot que la UE ha impuesto para evitar el comercio con los rusos.

Desde luego que ser excluido de un cónclave vital para alguien tan protagonista como Putin es bastante chocante, por eso su empeño  casi titánico por no parecer el antagonista de la película.

 

A colación

El mandatario ruso busca una reconciliación con la Francia de Macron, un poco de poesía al lado del Sena, entenderse con un interlocutor de ideas abiertas y frescas que logre suavizar la posición enconada del resto de los líderes europeos sobre todo a la inamovible  Angela Merkel, la canciller germana, quiere apretar más las tuercas contra Rusia.

Realmente la UE es un balón disputado en un violento partido de rugby por tres equipos con sus propios intereses supremacistas como son los rusos, los chinos y los americanos.

Y digamos son los chinos con los únicos con los que, hasta el momento, se están entendiendo dado que sienten una menor amenaza de ruptura y de invasión transcultural.

Pero flaco favor se hacen a sí mismos los europeos confrontándose con el poderoso titán eslavo porque son energéticamente dependientes del petróleo y del gas ruso; cada invierno la factura europea, sea como sea, se paga en rublos.

 

@claudialunapale

*Puedes opinar en https://claudialunapalencia.blogspot.com.es economista y  escritora, experta en periodismo económico, geoeconomía y análisis internacional