Ettore Majorana nació en 1906 en Catania, Sicilia, en el sur de Italia. Desde pequeño demostró grandes dotes para las matemáticas. Su familia se trasladó a Roma cuando tenía 11 años de edad y allí continuó sus estudios en un colegio jesuita. Posteriormente ingresó a la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Roma. Luego comienza a trabajar en el equipo del famoso físico Enrico Fermi donde se convierte en una figura destacada, tanto que Fermi llegó a considerarlo el más grande físico teórico de su tiempo, comparándolo con Newton y Galileo.

Rechazó distintas invitaciones de instituciones para trabajar en otros países, pero en 1933 se trasladó a Alemania, donde trabajó con el famoso físico teórico Werner Heisenberg. De regreso en Italia, con problemas de salud, se aísla, no publica ningún trabajo y  no se reintegra al equipo de Fermi.

En 1937  se traslada a Nápoles como titular de la cátedra de Física Teórica de la Universidad de Nápoles, se recluye en su domicilio e incluso rechaza la correspondencia escribiendo en los sobres de su puño y letra “se rechaza por muerte del destinatario”. En Marzo de 1938 retira todo el dinero de su cuenta bancaria, una carta y un telegrama al director del Instituto de Física parecen indicar la intención de suicidarse.

Otra carta parece contradecir esto. Al parecer emprende un viaje de Palermo a Nápoles. Es visto en el puente del barco donde viajaba, a la altura de Capri, pero en ese viaje donde todo es impreciso no queda claro si llegó  a Nápoles, el 26 de Marzo de 1938 el genio de 31 años desapareció para siempre, Majorana entró en el misterio y nadie supo más nada de él.

Para algunos como sus colegas Amaldi y Segrè, Majorana se suicidó. Otros lo ubican trabajando en la Unión Soviética, otros más colaborando con los nazis. El escritor Leonardo Sciascia escribió el libro “La Scomparsa di Majorana” (La desaparición de Majorana) donde afirma que Majorana se recluyó en un monasterio del sur de Italia.

Un testigo afirma haber conocido a Majorana en Valencia, Venezuela, a finales de los años cincuenta con el nombre de “Sr. Bini” y un aire siempre triste. Otros dicen reconocerlo en una foto junto a Adolf Eichmann en su viaje a Argentina en 1950, donde otros testigos entre ellos la viuda del Premio Nóbel Miguel Ángel Asturias dice haberlo tratado.

Algo parece claro: no se suicidó y su desaparición fue voluntaria. Su presunto trabajo en la Unión Soviética o en la Alemania nazi no tiene el más mínimo apoyo documental. Su progresivo alejamiento de la familia y del entorno dibuja la imagen de alguien que vive una intensa lucha interior, de la cual posiblemente nunca se sabrá el motivo. Quizás avizoró, con su mente privilegiada, el camino hacia el horror nuclear que marcaban los descubrimientos de la física, y decidió desaparecer. Pero esto es sólo una especulación más.

 

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