Hace algunos años cuando escuchaba sobre violencia hacia las mujeres pensaba que era un tema ajeno a mi entorno, que estaba muy lejos de conocer a alguien que la padeciera, hasta que un día, platicando con una de mis amigas más cercanas pero que había dejado de ver varios meses, me contó algo que me pareció tan increíble como salido de una pesadilla.

Resulta ser que mi amiga vivía con su pareja y su pequeña hija (que tenía 3 años), en un departamento cerca del Parque Ecológico.

Como todas las parejas tenían sus problemas los cuales resolvían sin mayor complicación, hasta que llegó un día en que por inseguridades del señor, comenzó a celar a mi amiga al leer un mensaje que un compañero de trabajo le había mandado.

A pesar de que mi amiga habló con él y le hizo ver que ella no le correspondía a la persona, el señor comenzó a tomar, cosa que nunca hacía por su religión (no tiene caso decir cuál) y se empezó a mostrar violento gritando y tratando de empujar a mi amiga. Nunca había dado señales de ser una persona agresiva.

Ese día mi amiga logró tranquilizarlo y la situación se calmó un tiempo, hasta que una noche, el señor llegó borracho a la casa y aunque mi amiga estaba tranquila, él comenzó nuevamente a gritarle, a empujarla y tratar de golpearla; como no le importó que estuviera ahí su pequeña y seguía aumentando su estado de agresividad, mi amiga como pudo tomó a su hija y salió corriendo a la calle en medio de la noche sin más ropa que su camisón y sus pantuflas.

Ella me cuenta que sentía que estaba viviendo un verdadero sueño de terror, ya que pudo ver como el tipo al salir tras ellas, tomaba un cuchillo de la cocina y así las iba persiguiendo por las calles.

Mi amiga recuerda que iba gritando pidiendo ayuda pero que nadie salió. Por suerte, la casa de los papás de ella estaba a unas cuantas calles por lo que logró llegar antes de que el susodicho las alcanzara. En su borrachera, aunque era más alto que ella, no podía correr tan rápido.

Inmediatamente los papás de mi amiga las acogieron en su casa y tanto el papá como los dos hermanos de mi amiga salieron a darle encuentro al señor, quien sin más se tuvo que ir, ante la amenaza de llamar a la policía.

Con el paso de los días todo se fue calmando. El señor aceptó ir a terapia y aunque estuvo yendo un tiempo, la situación entre mi amiga y él no volvió a ser la misma. Trataron de superar lo que pasó por su pequeña, para darle una vida en familia, pero a mi amiga le daba pavor que cualquier día volviera a ocurrir una situación similar y que no volvieran a correr con la misma suerte de escapar, por lo que finalmente decidieron separarse.

Fue la mejor decisión que pudieron tomar.

Poco a poco el señor se fue alejando de su hija y de sus responsabilidades al grado de que después de su sexto cumpleaños se desapareció.

Con esto demostró que no solo era una persona inestable y agresiva estando borracha, sino también irresponsable y floja, porque pretextando su religión, se la pasaba tomando cursos de superación sin buscar trabajo.

Ahora mi amiga es feliz; tras dejar ese episodio atrás conoció a quien ahora es su esposo ¡Y a quien por cierto le costó conquistarla! Ella se sentía aún algo renuente a iniciar una nueva relación.

Hace unos meses tuve el honor de ser una de las damas en su boda y de presenciar el amor bonito que se tienen.

Lo mejor de todo es que dentro de pocos meses ¡Serán papás! Los tres están felices porque la ya no tan pequeña nena de mi amiga, desde mucho antes de que se casaran le empezó a llamar papá y para él, ella ya era su hija.

Quise contarles esta historia (por supuesto con autorización de mi amiga) para que vean todas las mujeres que han atravesado o están atravesando por situaciones de violencia, que a pesar de ello, se puede lograr ser feliz poniéndole un alto al maltrato en sus vidas.

Nos leemos el próximo domingo.

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