El poder absoluto tiene sobradas razones para no confiar en nadie por eso es capaz de poner cámaras para fisgonear al sucesor creando a su paso la desconfianza en el  poder. No está acostumbrado a la transparencia ni a rendir cuentas a nadie y por eso sospecha de todo y de todos. El costo que tiene la opacidad en nuestros países no ha sido cuantificado aun y merece serlo porqué la corrupción tiene mucho que ver con este estado de secrecía, desconfianza y desarreglo del Estado que favorece a los delincuentes y perjudica gravemente a los ciudadanos en general. Son estos los que deberían tener las cámaras instaladas en el gobierno con acceso directo en sus teléfonos inteligentes para contarnos el verdadero reality del poder. De lo que nos enteraríamos! Quien no recuerda a Fujimori y su fiel de fechos Vladimiro Montesinos comprando y vendiendo alianzas políticas con las cámaras retratando el momento. Ahora ambos están presos pero el impacto desmoralizador sobre el pueblo peruano ha sido enorme.

La costumbre de filmar al poder y al poderoso es proporcionalmente inversa a la falta de transparencia hacia los mandantes: la sociedad en su conjunto. Cuando menos desean que se enteren de lo que hacen más desarrollan el espionaje entre los miembros de la camarilla que gobierna el país. Los autoritarios desconfían hasta de sus sombras y se creen con derecho a fisgonear incluso en la vida privada de varios de sus colaboradores de ocasión a los que chantajean y extorsionan con la información que acumularon sobre ellos además de enviar un mensaje paralizante sobre aquellos que puedan osar conspirar con los detentadores del poder.

El gran escándalo se da cuando los medios de comunicación y la sociedad toda se regodean morbosamente en los videos y fotografías que solo confirman lo que se si no sabía se intuía sobre los mandatarios de ocasión. En el  poder la información no es un derecho humano que todos deben conocer y compartir sino por el contrario se debe esconder y si se conoce debe ser usada en contra de quienes puedan cuestionar el mismo.

El acceso a la información pública convertido en ley en varios países de América Latina y el mundo sin embargo dista aún mucho de ser considerado un patrimonio colectivo y fuera de las declaraciones de algunos gobernantes que su aporte ha sido notable en ese campo, la realidad nos muestra que en la práctica los niveles de opacidad y secrecía siguen siendo muy altos y distantes del conocimiento de la gente. En ciertos lugares la complicidad de algunos medios con la morbosidad es tan grande que los informativos destinan varias horas diarias a ese tipo de reality que vive como el  “gran hermano” la vida de los otros en un espacio donde cuando aparezcan los escándalos políticos no sean más que la continuación de la misma historia pero con otros actores.  La relación entre Laura Bozo, la conductora de programas truculentos del Perú, con Vladimiro Montesinos el Rasputín de la política fujimorista no es más que la constatación fáctica de lo afirmado.

Vivimos curiosamente tiempos de apertura y de transparencia pero al mismo tiempo de cámaras ocultas que sirven al poder y al otrora poderoso para seguir controlando los pasos de quienes pretendan osar o cuestionar su poder. Hay varios que viven de esto en los entornos presidenciales y su lealtad se nutre sobre la cantidad de información que acumulan y socializan con quien los protege y los paga. Todo lo opuesto a lo que debiera ser un Estado de Derecho y por supuesto el respeto a los derechos humanos individuales y colectivos.

 

@benjalibre