El caso de Armando, es uno más del negocio de trata de personas en México. Armando tenía solo 20 años cuando salió de Sudamérica para perseguir “el sueño mexicano”,  triunfar en el medio artístico a través de la actuación era su sueño, «Le gustaba mucho la actuación y venir a actuar a México fue para él una gran oportunidad», cuenta Iliana Ruvalcaba, representante de El Pozo de Vida, una organización no gubernamental que lucha contra la trata de personas en la Ciudad de México.

El llegar a México fue para él una gran oportunidad y a la vez una pesadilla.

Po medio de internet conoció a unas personas que aseguraban ayudarlo para entrar en el mundo del espectáculo en México, que por años ha tenido gran potencial en la producción de telenovelas y películas.

“Acá en México hay oportunidades para destacarse” le aseguraron.

«Sufrió una violación tumultuaria. Varios hombres lo violaron«, indica Ruvalcaba.

«Las personas que lo animaron a viajar y con las que había chateado le quitaron sus documentos, lo encerraron y estuvo sometido totalmente. Lo obligaron a prostituirse«.

«Sus tratantes lo publicitaban en los periódicos. Era un anuncio más».

«En un principio le llevaban los clientes al lugar donde lo tenían. Allí le marcaban tiempos, cuotas», señala Ruvalcaba.

Después, lo empezaron a llevar a varios lugares donde era forzado a tener relaciones con gente que requería los servicios de un hombre.

«Lo manipulaban psicológicamente y lo amenazaban: le decían que ni tratara de escaparse porque afuera había dos personas que lo estaban vigilando. Lo amedrentaban diciéndole que lo iban a denunciar ante las autoridades de inmigración y que informarían que había estado en la prostitución».

Armando fue esclavo sexual por un año y medio.

Después de un proceso traumático Armando logro escapar de sus tratantes, impuso una denuncia y estuvo en un centro de detención para inmigrantes indocumentados, donde le dieron apoyo por parte de la fundación El Pozo de Vida.

«Hablamos con él y detectamos ciertas señales que nos hicieron ver que había sido una víctima de trata«, cuenta Ruvalcaba.

Armando vivió una etapa de depresión y, después, paso por una fase de venganza, quería buscar a sus tratantes y hacer que pagaran por el daño que le habían hecho.

«Me dije: -Esto va a terminar en tragedia-, pero le dimos varias terapias psicológicas y asesoría legal. Lo empoderamos y nos dijo: -Quiero denunciar, pero no quiero hacerlo solo. Necesito estar con alguien-. Fue así como lo acompañamos en ese proceso», cuenta la especialista.

Al momento de hacerlo, se dio cuenta cómo operan algunas redes de trata de hombres.

«Él mismo nos decía cómo los captaban (con promesas falsas de modelaje y actuación por internet) y nos señaló algunos lugares, incluso algunas seudopasarelas y seudocasas de modelaje».

«De entrada ya traes una deuda porque los tratantes te dicen: ‘Te estamos trayendo y por eso tienes que trabajar’ y si te niegas a hacerlo, sufres abusos como los que padeció él», indica la representante de la organización.

Ahora Armando está decidido a olvidar el infierno que vivió hace cinco años y está dispuesto a ayudar a jóvenes y hombres que son víctimas de trata o que han pasado por situaciones parecidas.

 Armando es un nombre ficticio usado para proteger su identidad.