El cese del titular de la Fepade, Santiago Nieto, es un caso más del realismo mágico de la política mexicana. La PGR, institución que lidera las encuestas de corrupción, desconfianza y desaprobación social, súbitamente, sacó del cajón de los asuntos sin importancia su Código de Conducta y se valió de él para tratar de legitimar la decisión más drástica, pero también la más anti natura, para un instrumento deontológico: la separación del cargo del fiscal electoral, que es cabeza de uno de sus órganos más relevantes en la coyuntura política.

Llama la atención, y mucho, la trivialidad con la que se manejó la defenestración. Si las faltas cometidas por Santiago Nieto son tan graves como pretenden sus verdugos, lo lógico habría sido valerse de otros instrumentos más apropiados para procesar su salida; por ejemplo, la Ley de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, la Ley General del Sistema Nacional Antocorrupción o la Ley Orgánica de la PGR; o incluso armar un caso con miras a la aplicación de sanciones más rigurosas, incluso penales.

La lógica indica que para decapitar a un rey se utilice un buen verdugo y un buen equipo, por ejemplo, una guillotina o instrumento similar, pero no que lo haga cualquiera y con unas tijeras de uso escolar.  Aceptando sin conceder que Santiago Nieto incurrió en violaciones graves del Código de Conducta, el Comité de Ética y Prevención de Conflictos de Interés debió ser el medio para admitir, conocer y deliberar sobre sus conductas violatorias; y, de ser así, supongo que debe constar en los archivos institucionales las actas y relatorías de las sesiones de dicho Comité, en el que obren los elementos de juicio y valoración en apoyo de la drástica decisión. Invito a los lectores a que soliciten por transparencia estos valiosos elementos.

Si fuese el caso de que la violación del Código de Conducta es la razón eficiente de la remoción de Santiago Nieto, el caso se pone peor para la dirigencia de la PGR, porque ella misma estaría incurriendo en una violación flagrante de la Tercera Disposición del propio Código, que a la letra dice:   El Comité centrará su labor en la emisión de pronunciamientos y recomendaciones que fortalezcan la integridad institucional, por lo que no buscará la persecución o la sanción por infracciones a la normatividad aplicable en materia de responsabilidades administrativas de los/las servidores/as públicos/as. Y la pregunta es, ¿se aplicarán la misma vara los furibundos defensores del Código de Conducta de la PGR?

Mas, en el realismo mágico de la política mexicana todo es posible, incluso que los patos les tiren a las escopetas. En la administración pública federal, los comités de ética/conducta se integran por algún funcionario de la segunda línea de mando y otros más de la tercera o cuarta. En el caso de la PGR, el Oficial Mayor, Pedro Navarro, es quien preside el Comité de Conducta; y un director general, Guillermo Dergal, funge como Secretario Ejecutivo. En buena lógica, si las conclusiones del Comité fueron tan severas y concluyentes, esto equivaldría a que un funcionario con nivel de subsecretario habría sido removido por funcionarios de menor calado.

Los detalles del realismo mágico no acaban aquí. Un encargado de despacho, Arturo Elías Beltrán, recién en funciones, resulta más osado que su ex jefe y, como por arte de magia, exhibe enormes agallas para remover a un alto funcionario, por lo menos de su nivel, legitimado por el Senado de la República. Por si no fuese poco, procede en el contexto anticlimático de un proceso electoral en curso con autoridades electorales de precaria confianza y aprecio social.

Me doy con la lectura del realismo mágico. Arturo Elías Beltrán acató instrucciones del más alto nivel del ejecutivo federal. Supongo que al autor intelectual se despreocupó del modus operandi de su instruido, y que éste no tuvo mejor ocurrencia que apelar al Código de Conducta. Y supongo también que la remoción de Santiago Nieto es una cuestión que se había venido madurando al más alto nivel con el tiempo y que la salida de Raúl Cervantes, a quien no le habría convenido cargar con los costos de esa defenestración, abrió el margen de oportunidad para proceder.

Ciertamente, la Fepade ha sido la pieza institucional menos afortunada en cuanto a recursos recibidos y resultados ofrecidos de la democracia electoral mexicana en los últimos 25 años, y no hace falta explicar por qué. Igualmente, es cierto que ésta nunca había tenido la visibilidad alcanzada durante la gestión de Santiago Nieto, conseguida a golpes y porrazos en contra del principal detractor de la legalidad electoral: el PRI.

Los beneficios y el ganancioso de la remoción de Santiago Nieto están a la vista, como igualmente lo está el modo ostentosamente trivial con el que se manejó tan delicado asunto. No encuentro mejor hipótesis que la presidencia y el PRI se aprestan a ir en un escenario de dados cargados y a su favor, que no admite la menor sombra de duda o sospecha sobre indisciplina, ni siquiera en la menos dentada de las instituciones de la democracia electoral.

Santiago Nieto se va porque no embonaba en el escenario de domesticación que reclama el desafío sucesorio de la coalición gobernante actual. Calderón declaró la guerra al crimen organizado, con resultados catastróficos. El régimen actual ya hizo lo propio contra la oposición y los riesgos de una nueva alternancia, disruptiva o no. En su cálculo, son irrelevantes los costos por la remoción del fiscal electoral y la agudización de la desconfianza en la organización comicial y los resultados.

Haciendo eco de conocida expresión, los representantes del régimen mandaron al diablo a la Fepade y, por cierto, también a la precaria democracia electoral; de paso también, aunque eso debe preocuparles todavía menos, mandaron nuevamente al diablo la ética y los instrumentos (deontológicos) a través de los cuales ésta pretende erigirse en instrumento del cambio institucional.

Pequeño problema. En el script de la coalición dominante, el papel de la bestia del mal, el que manda al diablo a las instituciones, le corresponde a AMLO. Muy malas noticias si a ellos les importa muy poco derribar su propia narrativa. Los vientos de la regresión autoritaria soplan, y muy fuerte. Al tiempo.

 

*Analista político

@franbedolla  

    

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