Caminar segura por las calles de mi cuidad, sola o con mi hijo, sintiéndome segura y confiada de que nadie invadirá mi espacio o me hostigará es, tal vez, una utopía. Sin embargo, también es mi derecho y el de cualquier mujer en este país poder hacerlo. El papel de las autoridades es garantizarnos este derecho y procurar que, de haber una transgresión a esta libertad, sea perseguida y castigada. Porque de esta dinámica social no solo depende mi seguridad; sino la de muchas otras como yo.

Reconozco el trabajo que están realizando muchas otras mujeres en puestos de decisión, y de muchos hombres que también son víctimas de un sistema que no les permite empatizar o sentir con estas batallas de todos los días. Por eso, celebro el anuncio que hizo esta semana el gobernador del estado, Tony Gali, quien además de admitir los enormes retos que transita nuestra entidad en materia de violencia de género, reconoció el rezago en el acceso a la justicia y la seguridad que sufrimos, que leemos y escuchamos mujeres en todos los sectores y en todas las clases sociales.

Por todas, Puebla se merece mejores políticas y mejores políticos: más sensibles a esta urgencia de protección y de justicia. La violencia contra las mujeres y otros grupos vulnerables como la comunidad LGBT, la tercera edad o la niñez no deben ser tolerados, ni en su mínima expresión o representación en un estado que se mueve constantemente hacia el crecimiento y el progreso. Por eso es de reconocer que tanto el alcalde en Puebla, Luis Banck, como el gobernador, Tony Gali, hayan sido los voceros de la política “De una vez por todas”. Porque bien pudo haber sido una representante de nuestro género –y eso puede dejarse a la opinión de muchas personas- pero fueron a quienes más hemos reclamado como sociedad que haya más y mejor seguridad, tranquilidad y desarrollo para todas y todos en Puebla.

Espero que esta muestra sea tomada como ejemplo por muchas autoridades que directamente tratan la violencia y a la mujer: ministerios públicos, policía ministerial, personal médico y de enfermería, el magisterio, los servidores públicos que representan a las autoridades otorgando los servicios ciudadanos cotidianos, las mujeres que están encargadas del cuidado y de la protección de la familia, líderes y lideresas sindicales y empresariales, deportistas, aficionados al deporte, madres y padres de familia, representantes comunitarios, de pueblos originarios o indígenas. Que todos seamos parte de una transformación social, también asumiendo el papel que nos corresponde como ciudadanos.

Desde la trinchera de la sociedad civil, aceptamos también el compromiso del empoderamiento activo, para compartir conocimiento y cultura cívica entre las mujeres con las que convivimos todos los días, para mejorar sus prospectos de crecimiento, de plenitud y de corresponsabilidad. Debemos convertir historias tristes en historias de superación y de triunfo. Solo participando y aceptando nuestra parte del reto podremos iniciar el camino hacia la convivencia armónica.

Algunas que hemos empezado el camino hacia la igualdad y la equidad de género desde hace algún tiempo, no podemos bajar la guardia para cumplir esta tarea, el sueño de tener una sociedad justa, que nos merezcamos y que nos merezca.

Desde nuestras trincheras declaremos: no más desapariciones, omisiones o feminicidios. No más violencia intrafamiliar, laboral y sexual. Es momento, de una vez por todas, de reconfigurarnos para convivir en paz.

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