OVENTIC, México (AP) — Así funciona una campaña de base en México, un país donde la política ha estado siempre dominada por candidatos corruptos con abultadas chequeras.

En primer lugar, casi nadie llama a María de Jesús Patricio por su nombre. Todo el mundo conoce a esta mujer nahua por su apodo, Marichuy.

Nunca se ha vestido con traje o tacones, pero siempre aparece en público con una blusa con bordados indígenas y pantalones o falda. No cuenta con una maquinaria política detrás, a menos que cuente el ejército de rebeldes zapatistas enmascarados que han prometido respaldarla en su estado, Chiapas, al sur del país. Es improbable que gane la presidencia de México, o que entre siquiera en la boleta electoral, pero su campaña ha generado un entusiasmo inusual.

Seguidores de docenas de grupos de tendencia izquierdista en la Ciudad de México organizan encuentros en cafés y pequeños conciertos y recorren los vecindarios en su titánica batalla de inscribir a 866.000 votantes antes del 12 de febrero para que pueda entrar en la lista de aspirantes a la presidencia en los comicios de julio como candidata independiente.

En la primera semana de recolección de firmas, Margarita Zavala _ esposa del expresidente Felipe Calderón y una figura política reconocida por derecho propio _ logró el mayor número de apoyos, con 13.033 rúbricas. Pero la sorpresa estaba en el segundo puesto: Patricio, que no tiene un equipo detrás y era una desconocida hasta su nombramiento como candidata del Congreso Nacional Indígena el pasado mayo, que reunió 4.734 firmas. Fue una cifra mayor a la obtenida por un importante gobernador estatal, un exlegislador y otros 44 políticos que intentan entrar en la lista definitiva.

Y además, según sus partidarios, está en inferioridad de condiciones porque las autoridades electorales emplean una aplicación de telefonía para registrar las firmas, lo que hace muy difícil o incluso imposible la participación de muchas personas pobres en regiones indígenas remotas con una recepción celular muy mala.

A Patricio ni siquiera se le llama candidata. Siempre se refieren a ella como “la portavoz” del Consejo Indígena de Gobierno, una escisión de los zapatistas, que protagonizaron una breve revuelta armada en 1994 pidiendo más derechos para los pueblos nativos, y otros grupos activistas. México tiene alrededor de seis millones de hablantes de lenguas indígenas y se considera que cerca de cuatro millones de personas más forman parte del colectivo por sus comunidades o familias.

Muchos de los indígenas empobrecidos y sin voz de México ven a Patricio como una vía para tener su propia representación política en un país donde durante años se ha votado en bloques, controlados por líderes locales que negocian su respaldo a la formación gobernante. Los zapatistas pidieron a sus seguidores que no participaran en la política electoral en 2006 _ algo que podría haber costado la presidencia al candidato de izquierdas en esa contienda _ pero ahora parecen haber cambiado de idea. Patricio sería la primera candidata en presentarse formalmente en el nombre de los pueblos indígenas.

“Nosotros no buscamos el poder”, dijo Lucía Guzmán Gómez, una activista de Chiapas que participó en la campaña de Patricio en el estado. “Buscamos un espacio para participar como seres humanos, como indígenas”.

Algunos críticos sostienen que el sistema de candidatos independientes, que se estrena en esta cita con las urnas, terminará beneficiando al partido en el poder al fragmentar el voto opositor. El gobernante Partido Revolucionario Institucional no ha conseguido el 50% de los votos en una elección en al menos tres décadas y ha dependiendo de una oposición dividida.

Sin embargo, miles de miembros de la milicia zapatistas y seguidores acuden a animar a Patricio en sus actos de campaña en Chiapas.

Pero no es solo el respaldo de los indígenas lo que busca.

“Es el momento de voltear a ver a nuestras comunidades, voltear a ver a nuestros hermanos”, dijo Patricio en un mítin en el bastión zapatista de Guadalupe Tepeyac, Chiapas, en octubre. “Lo que estamos sufriendo nosotros también lo están sufriendo ellos, aunque sean de otro color, aunque piensan de otra manera de lo que pensamos”.

“Tenemos que unir estos dolores que tenemos”, señaló la aspirante, una sanadora tradicional del estado de Jalisco, en el oeste del país. “Tenemos que unirnos con las personas de la sociedad civil, que viven en la ciudad y que también están sufriendo”.

Sus discursos de campaña están en contra del sistema capitalista, en línea con la plataforma del consejo indígena, que pide un gobierno “anticapitalista y honesto”. “No buscamos administrar el poder, buscamos desmantelarlo”, explica el grupo.