Los huesos de los difuntos se depositan en pequeñas cajas de madera en el interior de osarios.
Desenterrar a los muertos y limpiar sus huesos, para algunos suena a espectáculo macabro o una historia de terror; pero para los habitantes de la localidad de Pomuch, en Campeche, es una forma de honrar a sus muertos y una tradición maya que vale la pena preservar.
“Sabemos que un día nos va a tocar la muerte, Dios nos tiene marcada la hora y puesta la fecha, pero como no la sabemos, estamos presentes para esperarla”, señala el sepulturero del panteón municipal maya de Pomuch, Venancio Tuz, quien se gana la vida en el contacto diario con la muerte.
Los huesos de los difuntos se depositan en pequeñas cajas de madera en el interior de osarios (nichos), que se colocan dentro de coloridas casitas, la familia decide el color, en general es similar al de su casa familiar, a fin de que el difunto “sienta el calor de hogar”.
Al norte del estado, en el llamado camino real entre San Francisco de Campeche y Mérida, Pomuch forma parte del municipio de Hecelchakán.
Se localiza Pomuch, un pueblo que se rige por usos y costumbres, por lo que esta tradición de origen maya se ha fusionado con varios elementos de la iglesia católica, protagonizando un sincretismo sin igual.
Para sus habitantes es normal esta tradición y en absoluto significa profanación, luego de que bajo el régimen de usos y costumbres, la ley permite a los pobladores exhumar y exponer los restos óseos de sus muertos después de tres años de su entierro.
A los tres años de fallecido se exhuman los cuerpos de las bóvedas y se trasladan a las “cajitas” ya sean de madera o cartón, donde se colocan los huesos de los difuntos.
La convivencia con la muerte es parte de su cotidianidad, por lo que no es presa fácil de espantos.
El cementerio, en cuya entrada principal reza escrito “Silencio y Respeto”, no ha estado exento del robo de huesos debido a que éstos están a la intemperie durante todo el año. Se pide silencio para estar, podemos platicar pero sin pleitos, sin problemas, se trata de que estén todos alegres haciendo los trabajos aquí en la casa.
Por las noches se cierra el panteón para evitar que entren animales; y aunque no es común, ha habido el robo de algunas piezas.
La limpieza de los restos es todo un ritual, Primero se sacan todos los huesos junto con el mantel antiguo y se comienzan a limpiar de las extremidades inferiores como los de los pies, piernas, coxis; y se termina con la parte más importante para el ser humano, la cabeza o cráneo, de esta forma, es colocado sobre todos los huesos de forma tal que quede frente a la pequeña entrada del osario.
En el caso de la ropa, se compra tela y se cose, y así limpia se le trae, comentan los habitantes.
“Estamos acostumbrados a hacerlo y si no venimos a cambiarlos nos sentimos mal, ellos dicen van a venir a visitarnos y necesitan ropa nueva y eso es lo que nosotros cambiamos cada año”.
Las telas se bordan con el nombre del difunto y se adornan con flores, palomitas, cruces; en sí, “lo que a nosotros nos guste, lo que nosotros sentimos y nos parezca bonito”.
La tradición de muertos en Pomuch también consiste en poner comida a los difuntos, se pone el altar con el “pibipollo” (comida típica de la región), con todos los tipos de dulces y después una botellita o cerveza, mientras llegan las rezadoras y después del rezo, donde predomina el rosario, se reparte todo lo que hay en la mesa.
En estos días en el cementerio de Pomuch se pueden observar los nichos en los cuales resaltan los cráneos, por lo que son su carta de presentación y una forma viva de dar vida a la muerte.