El próximo 18 de noviembre se cumplirán 100 años del nacimiento de Pedro Infante, considerado el máximo ídolo de México, por lo que se tiene previsto una serie de eventos conmemorativos con los que se recordará a la leyenda fílmica.
Entre los actos programados destacan el álbum “100 años… Pensando en ti” y un homenaje de la Filmoteca de la UNAM, en el que se proyectarán seis de sus más exitosas cintas como “Pablo y Carolina”, “La oveja negra” y “ATM”, entre otras.
Asimismo, el próximo 18 de noviembre Televisa difundirá un especial de dos horas como homenaje a Pedro Infante, en el marco del centenario de su natalicio, a partir de las 19:00 horas.
En esa emisión participan La Orquesta Sinfónica de Sinaloa, Pedro Fernández, Banda El Recodo y La Original Banda El Limón, entre otros.
Pedro Infante Cruz nació el 18 de noviembre de 1917 en Mazatlán, Sinaloa, aunque desde muy pequeño vivió en Guamúchil, poblado sinaloense que él consideraba su tierra natal.
En su niñez aprendió de música y a tocar varios instrumentos, gracias a su padre Delfino Infante, un maestro de música, lo que despertó también su gusto por el canto; aunque ya en su juventud, por necesidad económica, aprendió el oficio de carpintero, gracias a lo que se ganaba el sustento.
Ya en Culiacán, también en el estado de Sinaloa, combinaba su trabajo como carpintero, con el de cantante en algunas orquestas y en estaciones de radio locales. En 1939 decidió probar suerte como cantante en la capital de la República, donde no le fue nada difícil demostrar su talento.
En sus primeras audiciones lo rechazaban por desafinado y “apocado”, aunque en realidad, le costaba trabajo superar los nervios de estar ante un micrófono ya de manera profesional.
Su tesón por triunfar en la carrera artística, lo llevó a hacer a un lado su timidez y sus miedos y comenzar desde muy abajo en las estaciones de radio, en concursos de aficionados y con raquíticos contratos, que aceptaba, porque recién había contraído matrimonio con María Luisa León.
Paso a paso, Pedro llegó a la actuación en cine, donde igual inició como extra en el filme «En un burro, tres baturros» (1939), hasta llegar a ser la figura mexicana más rentable y trascendental de la Época de Oro del cine nacional, un rey de la radio y de las ventas de discos.
En 1943, firmó contrato con Discos Peerless, sello bajo el cual grabó la mayoría de sus canciones, logrando un acervo de más de 340 piezas musicales en diferentes géneros, que van del bolero al ranchero, pasando por huapangos, valses y corridos.
Entre ellos, las tradicionales “Mañanitas”, “Amorcito corazón”, “Cien años”, “Paloma querida”, “Cartas a Eufemia”, “El mil amores” y “Nana Pancha”, que han dejado una profunda huella en el corazón y la mente del pueblo, a lo largo de varias décadas.
Mientras su peculiar voz cautivaba a las multitudes, ya fuera en el género ranchero o en el bolero, en cine, sus versatilidad para hacer reír y llorar, seducía al público, que rápidamente lo convirtió en ídolo.
En 18 años de carrera, Pedro filmó 63 películas, entre ellas “Nosotros los pobres” (1947), “Los tres García” (1948), “Los tres Huastecos” (1948), “Las Islas Marías” (1950), “El gavilán pollero” (1950).
Era tal su éxito en taquilla, que se dio el lujo de protagonizar seis películas en 1952: “Pepe el Toro”, “Ansiedad”, “Dos tipos de cuidado”, “Los hijos de María Morales”, “Un rincón cerca del cielo” y «Ahora soy rico”.
También en 1952, tuvo intervenciones musicales en tres filmes: “Sí… mi vida”, “Había una vez un marido” y “Por ellas aunque mal paguen”. Su última participación cinematográfica fue en “Escuela de rateros”, en 1956.
El sinaloense alternó con las grandes estrellas del momento, como Blanca Estela Pavón, María Félix, Lilia Prado, Sara Montiel, Marga López, Silvia Derbez, Silvia Pinal, Rosita Quintana, Irasema Dillián, Libertad Lamarque.
Sus compañeros de aventuras en el set fueron Jorge Negrete, Luis Aguilar, Fernando Soler, Andrés Soler, Joaquín Cordero y Abel Salazar, entre muchos más.
Infante es el único actor mexicano en haber ganado el Oso de Plata, en el Festival Internacional de Cine de Berlín, como Mejor Interpretación Masculina, por la cinta “Tizoc” (1956), un premio otorgado post mortem.
Circula en internet un video que tiene como fondo la interpretación de “Flor sin retoño” en donde Pedro agradece y reconoce que Ismael Rodríguez lo hizo un actor de verdad.
Ahí expresa que la gratitud es una cualidad que debe tener todo ser humano al tiempo que confiesa que se encontró a Ismael Rodríguez con quien logró la manera de hablarle al público. Y así fue como el sinaloense se descubrió como actor nato que se puede constatar en todos sus éxitos cinematográficos.
Pedro trasladó a la vida real su papel de mujeriego, macho y querendón. Procreó tres hijos fuera de su matrimonio con María Luisa León, dos de ellos, Pedro y Lupita, con Lupita Torrentera, e Irma, con Irma Dorantes, con quien hasta se dijo que se había casado, aunque nunca se divorció de María Luisa.
A su muerte ocurrida el 15 de abril de 1957, a los 39 años de edad, en un accidente de aviación, Infante se convirtió en leyenda, en el «Ídolo Inmortal», pues su carrera como actor y cantante se acrecentó.
La noticia no solo conmocionó a México sino al mundo de habla hispana. Los medios impresos, noticieros radiofónicos y televisivos dedicaron horas al deceso del ídolo.
Desde entonces sus películas, transmitidas incansablemente por la televisión abierta o por cable, aún son garantía de audiencia y su voz es plenamente identificada.
Ninguna otra figura mexicana, solo Pedro Infante, es recordada cada aniversario luctuoso en su sepultura en el Panteón Jardín con tanta emotividad.
Su tumba se llena de flores y ofrendas. Los clubes de fans de Latinoamérica se dan cita y entonan junto al mariachi los éxitos que lo hicieron grande.
El acto se torna en verbena popular. Los vendedores ambulantes hacen su agosto expendiendo fotografías, discos y un sinnúmero de recuerdos; pero no solo ellos se dan cita sino también imitadores que se mimetizan a su semejanza sin faltar alguno que otro “vivillo” que dice ser un hijo no reconocido y se deja fotografiar por aquellos que se creen la mentira.
Así se ha sostenido la leyenda urbanas de que no falleció en aquel trágico accidente aéreo de 1957 en su avión que lo transportaría de Mérida a México y de que “¡Pedro Infante vive!”; que no se deja ver porque está desfigurado y no desea ser visto por alguien.
A raíz de su fallecimiento surgieron una serie de sucesos que ensombrecieron la memoria del ídolo y que constan en diversas declaraciones de familiares y amigos del ídolo en testimonios a diarios impresos y programas de televisión.