Periódicos, estaciones de radio y canales de televisión tienen en el gobierno un cliente único y poderoso que les paga cientos de millones de dólares anuales con una simple advertencia: “No te pago para que me critiques”.
Así comienza el reportaje del New York Times en el que habla sobre la elevada cantidad de dinero que gasta la administración del presidente Enrique Peña Nieto en publicidad para crear su “marca presidencial”, suprimiendo artículos de investigación, eligiendo portadas e intimidando redacciones.
De acuerdo con el medio estadounidense y datos del centro de análisis de transparencia Fundar, en cinco años el actual mandatario federal gastó casi dos mil millones de dólares (360 mil millones de pesos).
El reportaje señala que funcionarios estatales y federales deciden cuáles notas se publicarán y cuáles no, también exigen cuáles temas suavizar o si deben posponerse.
Tras entrevistar a ejecutivos, directores y periodistas, el NYT mostró que un 66 por ciento de los comunicadores mexicanos admiten que se censuran para mantener “relaciones” con los mandatarios.
“Si un reportero profesional quiere cubrir los elementos sucios de lo que está sucediendo en el país, ni el gobierno ni las empresas privadas le darán un centavo… Ese es uno de los mayores defectos de la democracia mexicana”, dijo Enrique Krauze, historiador que dirige la revista Letras Libres.
Fue durante el mandato de José López Portillo que el PRI comenzó con el sistema de control de medios y reforzó la práctica en los sexenios siguientes; incluso el PAN durante su estancia en Los Pinos incursionó en dicho sistema, sin excluir a los gobernadores, quienes también emplean grandes cantidades para manejar los medios.
“Pero la influencia del gobierno sobre los medios va más allá del aspecto publicitario y, a veces, los funcionarios recurren al soborno directo. En Chihuahua, el exgobernador gastó más de 50 millones de dólares en publicidad… dejando al estado con enormes deudas públicas”, expone el reportaje.
Dependencia de la publicidad pública
“Lea un periódico, sintonice una estación de radio o encienda la televisión en México y recibirá una avalancha de publicidad oficial”, escribe el diario acerca de la forma en que el gobierno inunda los medios con los mensajes que le conviene difundir.
Sin embargo, el gasto extraordinario se produce cuando el gobierno reduce presupuestos a otros rubros como salud, educación o servicios sociales para destinarlo a publicidad.
Historiadores señalan que la cooptación de los medios es más importante que el gasto de cualquier otro gobierno en promoción, y a su vez esto refleja la ausencia del pacto entre la prensa y sus lectores en una democracia.
“El estado actual de los medios mexicanos y su estrecha relación de dependencia con los fondos gubernamentales, no es una rareza en América Latina. Desde hace varios años, diversas organizaciones como la Unesco y la Relatoría Especial para la libertad de expresión de la CIDH han alertado sobre el uso de la publicidad estatal para recompensar o castigar las líneas editoriales”, asegura.
Un 68 por ciento de los periodistas dijeron que se censuraban “no solo para evitar ser asesinados, sino también por la presión de los anunciantes y el impacto en los ingresos de los medios, según un estudio realizado a lo largo de tres años por académicos mexicanos y estadounidenses”.