Un año después de la muerte de la actriz Carrie Fisher, los fans de Star Wars conservan muy presente el recuerdo de la princesa Leia mientras que el público general ha redescubierto la figura de una carismática mujer que vivió su vida de frente y con total valentía.
El reciente estreno de Star Wars: The last Jedi, con la última aparición en el cine de Fisher, ha culminado un año de numerosos homenajes a la actriz, que falleció a los 60 años en Los Ángeles el 27 de diciembre, cuatro días después de sufrir un infarto en un avión. Sólo un día después murió su madre, la actriz Debbie Reynolds.
De ser la rebelde princesa y la única mujer con peso en la trilogía original, Fisher pasó en los nuevos filmes de Star Wars a ser la general Leia Organa, que encarna la serena esperanza de la Resistencia y que amadrina a las heroínas que luchan contra el Lado Oscuro.
La memoria de Fisher fue protagonista en la Star Wars Celebration de Orlando, convención dedicada a explorar toda la saga.
“Siempre será la princesa que asumió el mando y nunca retrocedió. La amamos”, dijo George Lucas en uno de los actos.
El público redescubrió este año la enorme y singular personalidad de Fisher: una mujer muy independiente, brava y con un gran sentido del humor, pero que también sufrió mucho por su adicción a las drogas y por padecer trastorno bipolar.
La valentía de Fisher la elevó como icono del feminismo y, durante las Marchas de las Mujeres que en enero recorrieron Estados Unidos contra Donald Trump, fue habitual ver carteles con la cara de la artista llamando a la rebeldía.
Y tras las agresiones sexuales en Hollywood, también se supo que décadas atrás, y tras conocer que una amiga guionista había sido acosada por un productor, Fisher envió a este ejecutivo una lengua de vaca en una caja para advertirle de las consecuencias de que siguiera con esos comportamientos.