En las faldas del volcán Iztaccíhuatl en el municipio de Amecameca, Estado de México, registraron la existencia de un tetzacualco en medio de un estanque natural, haciendo un efecto óptico de un modelo miniatura del universo.
La responsable de la investigación es la arqueóloga Iris del Rocío Hernández, quien es parte de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dijo que la ubicación de este adoratorio se encuentra a tres mil 870 metros del nivel del mar.
Mencionó que la intención de que el agua rodee este tipo de arquitectura, parece haber sido una parte importante en la cultura mesoamericana, ya que se puede apreciar de igual manera en Tenochtitlan o en Teotihuacán.
En 2015 se creó el Proyecto Arqueológico Nahualac y un año después se emprendió una temporada de excavación a cargo de un equipo multidisciplinario, en el cual se pudieron recuperar fragmentos cerámicos, materiales líticos, lapidarios y restos orgánicos.
Nahualac está conformada por dos áreas la principal es un estanque estacional dentro del cual se encuentra un templo rectangular de piedras apiladas, sin ningún tipo de cementante, el cual es conocido como tetzacualco de aproximadamente 11.5 por 9.8 metros.
La segunda se encuentra a 150 metros al sureste de la estructura y está sobre un valle donde brotan manantiales, en este lugar fue donde se pudieron recuperar las piezas de la excavación, de los cuales se identificaron algunos del tipo Coyotlalteco, Mazapa y Complejo Tollán, en una área aproximada de 300 por 100 metros.
Estas piezas encontradas, son estudiadas por la doctora Aurora Montúfar del laboratorio de Paleobotánica de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH, los resultados podrán dar pistas sobre el contenido de los recipientes al momento de ser enterrados en la zona de ofrendas.
Iris del Rocío dijo que de acuerdo con reportes de algunos arqueólogos que investigaron hace casi 50 años, se podría inferir en que Nahualac es la representación de un espacio donde se rendía culto a Tláloc, sin embargo también guarda relación con entidades femeninas del agua y la tierra.
También hizo la propuesta de que existió un control del agua proveniente de los manantiales cercanos, con el fin de hacer el estanque y así provocar el efecto visual en el que pareciera que la estructura y los montículos de piedra, flotaran sobre el espejo de agua.
“Esos efectos visuales, además de las características de los elementos que conforman el sitio y la relación que guardan entre ellos, hacen suponer que Nahualac pudo representar un microcosmos que evoca a las aguas primigenias y el inicio del tiempo-espacio mítico”, dijo la arqueóloga del INAH.