¿Será coincidencia? En un espacio breve salieron a la palestra Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos, los artífices del arreglo político que ha dado sustento al modelo de expoliación y pillaje partidocrático, que hoy agoniza;  y, a la vez, ha posibilitado las alternancias igualmente pacíficas e insustanciales entre el PRI y el PAN.

Y no lo hicieron de cualquier modo. Carlos Salinas, a través del diario El País, el pasado jueves 25 de enero, lanzó “Algunas preguntas para los electores” del 2018, en la que puede verse una preocupación por los impactos de la sinergia entre “la amenaza populista” (léase: la candidatura de AMLO) y la crisis sistémica de la economía, que ponen en riesgo la continuidad del “neoliberalismo a la mexicana”: privatización plutocrática y pillaje institucional.

Diego Fernández de Cevallos no quedó a atrás. Tras consideró que “era la hora de hablar”, ofreció un larguísima entrevista a la revista Proceso, en la que exuda su odio cerval hacia AMLO, admite las amplias posibilidades que éste tiene de llegar a la presidencia de la República, y se deshace en elogios para el candidato del PAN, Ricardo Anaya.

Finalmente, el cierre de la pinza sucede el lunes. La nota la da El Universal, a través de la publicación de senda encuesta levantada por Buendía&Laredo, curiosamente la encuestadora de cabecera del PAN, que da la ventaja a AMLO, con el 32% de la intención bruta; sitúa en el segundo lugar a Ricardo Anaya, con el 22%; y en el tercero a José Antonio Meade, con el 16%.

¿Será todo ello coincidencia? El dilema entre elegir de manera ingenua o malpensada aquí queda. Cualquiera sea la preferencia, va la siguiente hipótesis: Salinas y Fernández de Cevallos,  los artífices del modelo plutocrático y de pillaje, que algunas almas benevolentes llaman “neoliberal”, salieron concertadamente con Anaya a la palestra pública en defensa de su criatura, en los entendidos de que la ventaja actual de AMLO representa un grave riesgo de quiebre del actual modelo, que la campaña de Meade parece mucho más enfilada hacia el fracaso que hacia el repunte; y que el tiempo se les está agotando para amalgamar el voto útil en torno de una sola opción con potencial ganador: Anaya.

Un detalle disonante con esta hipótesis es la breve distancia de seis puntos porcentuales entre AMLO y Anaya, a una distancia de 150 días por transitar, que ameritaría mayor atención si no fuese por el hecho de que la encuestadora Buendía&Laredo tiene en su cartera de clientes al Comité Ejecutivo Nacional del PAN, lo que acredita un flagrante conflicto de intereses y la alta probabilidad de sesgos.

A juzgar por los indicios actuales, en lo concerniente a la estrategia de la coalición interesada en la continuidad del status quo la contienda electoral podría estar en un punto de inflexión. Claramente, desde la perspectiva de sus artífices, Salinas y Diego, avanzar con un plan A y un plan B dejó de ser funcional y hasta peligroso; perspectiva que no necesariamente sería compartida por los personajes que actualmente se encuentran al mando del grupo compacto (Videgaray y compañía).

Quizás el mensaje de ambos personajes tiene como interlocutores a los beneficiarios del modelo vigente, que ven con preocupación la evolución de la candidatura opositora y que estarían en condiciones de presionar el viraje inmediato hacia el plan B, que es Anaya.

¿Será casualidad el viraje radical de Anaya hacia el discurso “antisistema”? Obvio, no. Su lectura de la situación es impecable. El grueso del electorado nacional está por el voto de castigo hacia el EPN y su partido; y, muy probablemente, negarían su voto a las propuestas y candidatos que les significaran continuidad o un “más de lo mismo”.  La radicalización de Anaya, mucho más que un alardeo febril, es un estrategia finamente calculada para convencer a la clase política de que él es la única opción de enfrentar con posibilidad de éxito a AMLO, precisamente porque no tiene las limitantes de José Antonio Meade.

Por ahora, la moneda lanzada por Salinas y Diego está en el aire. Imagino que eso no hará mucha gracia a los “itamitas” ni a su jefe, Videgaray, cuya primera preferencia es que uno de los suyos quede al mando. Y es aquí donde las cosas se ponen color de hormiga. La primera preferencia de la coalición de beneficiarios del modelo vigente no tiene nombre ni apellido; o, mejor dicho, tiene el nombre y el apellido del mejor postor. Y ese no parece ser José Antonio Meade. La pregunta relevantes es, ¿cuánto tiempo más podrá este grupo compacto resistir la presión de los intereses a los que representa y de la popularidad creciente de AMLO?

En política, como en la vida misma, las coincidencias son infinitesimales. Los artífices del modelo vigente no salieron de su clóset porque sí. Más aún, es probable que lo hayan hecho porque cuentan con información privilegiada sobre el estado actual de las preferencias electorales, proveniente de encuestas mandadas a hacer para saber lo que está pasando y no para darla a conocer e influir en la opinión pública.

A propósito de lo anterior, las redes sociales son el mejor termómetro. Allí confluyen los jóvenes, la categoría social mayoritaria, y en general la mayor parte de la sociedad políticamente activa. No hace falta mucho agudeza para percatarse de que allí la ventaja de AMLO se torna abismal. Opiniones valorativas aparte, es innegable que las redes albergan un ejército activo de promotores de su campaña que actúa por cuenta propia.

Ironías de la historia. Por efecto de las redes sociales, hoy los medios masivos que le cercaron se sujetan dócilmente a sus artes de construir la agenda. Ironías de la historia, la visibilidad de los artífices del modelo hoy en crisis, probablemente terminal, puede ser la señal de los estertores de su muerte. Ironías de la historia, quizás en el final los perdedores no necesiten apelar al fraude, porque su caída pudiera haberse producido por knock out  mucho antes del veredicto popular del 1 de julio.

*Analista político

@franbedolla