En una inusual e histórica declaración leída por la canciller del Perú, como representante del país anfitrión en la próxima Cumbre de las Américas a realizarse en la ciudad de Lima en abril próximo, hace pública que la presencia del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, “no será bienvenida” en esa junta de gobernantes. Esta declaración constituye, sin duda, una adecuada y enérgica actitud diplomática para exigir el restablecimiento del orden institucional y la democracia en esa nación.
Los 14 países que integran el Grupo de Lima (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía), constituidos para abordar especialmente la crisis venezolana, han aprobado este pronunciamiento donde demandan a Maduro –entre otros- a diferir las elecciones presidenciales convocadas apresuradamente por la oficialista Asamblea Constituyente para el próximo 22 de abril.
La persistencia en la agonía social, político, económico y de seguridad que se vive en Venezuela ante un régimen que insiste en exhibir una absoluta intolerancia a la coexistencia de una natural oposición y que su Presidente aplauda todas aquellas arremetidas de las instituciones que le son adictas repudiando cualquier forma de equilibrios de poderes, como debiera ser en cualquier estado democrático, pone la cuestión humanitaria como tema central de la reflexión de la declaración; de manera que asignarle la categoría de “persona non grata” a Maduro para esta Cumbre no es más que el epílogo de una calificación que debió haberse hecho con muchísima anticipación.
La grotesca manera, no sólo de manejar las instituciones y entidades del Estado del país llanero sino de confrontarse hasta el delirio contra todos aquellos que piensen distinto al presidente y sus adeptos, hace evidente que el “Socialismo del Siglo XXI” de Hugo Chávez y Nicolás Maduro no es más que un estrafalario proyecto de permanencia en el poder para obtener inmensos provechos de las finanzas públicas.
Las consecuencias que tiene para todos nosotros la crisis humanitaria en Venezuela ya no es una novedad; pues ella afecta a los países del Continente, y claro está en mayor grado a países como Colombia, Brasil y Antillas donde hay un casi inmanejable éxodo de sus ciudadanos en búsqueda de mejores oportunidades de simple supervivencia.
La declaración del Grupo de Lima expresa ya un pensamiento continental como una antesala para la Cumbre de las Américas donde se hace conciencia ya no a nuestros presidentes, ni a nuestros embajadores ni a nuestros dirigentes, sino a nosotros, a los ciudadanos de a pie, al habitante común, para que reflexionemos que la crisis de Venezuela no nos es ajena sino muy próxima a cada uno de nosotros, a todos los latinoamericanos.
El crecimiento de la escasez de alimentos y medicinas, la alarma sanitaria, la cada vez más ascendente violencia y delincuencia, la altísima inflación, entre otros tantos graves problemas, seguirá implicando una mayor emigración a otros países de la Región y a aceptarlos, incluso, en calidad de refugiados; de ahí que el llamado que se contiene en la declaración del Grupo de Lima no es sólo a la solidaridad de los políticos sino a la conciencia colectiva de los ciudadanos pues el trance de Venezuela es, también, nuestro.
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(*) Abogado peruano y Doctor en Derecho a la Información. Columnista y analista sobre políticas internacionales.