Hace tres meses, aproximadamente, escribí en esta misma página un artículo bajo el título “Perú: el Presidente ausente” donde recapacitaba sobre la necesidad que Pedro Pablo Kuczynski le diera a los peruanos no sólo un veraz esclarecimiento sobre sus relaciones con Odebrecht sino sus disculpas por su falta de honestidad y honradez, así como su eventual renuncia a su cargo de Presidente de la República por su falta de legitimidad y no se sometiera el vergonzoso camino de su vacancia por incapacidad moral declarada por el Congreso.
Estoy redactando estas líneas nuevamente sobre este punto, aun con la sospecha que probablemente Kuczynski hoy día mismo esté renunciando a la presidencia del Perú, ante la notoria falta de liderazgo y evidente obcecación para arribar –desde un inicio- a elementales acuerdos políticos con el partido de oposición empujando al país, en escasos meses de su gobierno, hacia una fractura ya improbable de recomponer y poniendo al descubierto su incapacidad para ejercer el, entonces, encargo electoral.
Con anticipación ya se había convocado a una sesión especial del Congreso de la República para debatir, nuevamente, sobre la autoridad moral del presidente Kuczynski para dirigir los destinos de la nación luego de la gravedad de las informaciones adicionales obtenidas sobre los negocios de las compañías First Capital y Westfield en las que participaba como accionista y contratada por la constructora brasileña Odebrecht y retribuciones por asesoría mientras habría sido Ministro de Estado durante el período gubernamental de Alejando Toledo (2001 – 2006) y en la que se dio en concesión el proyecto de la carretera Interocéanica y el pago de extraordinarios sobornos a los niveles más altos del país.
Pero la revelación de unos videos y audios que comprometerían a altas esferas de este mismo gobierno donde se negociaban con algunos congresistas prebendas a cambio de sus votos y apoyo del Ministerio Público para evitar su más factible vacancia, así como las ininteligibles actitudes de ciertas autoridades judiciales y fiscales sobre teatrales allanamientos a locales partidarios; y, ahora, las más recientes detenciones ordenadas por un dudoso imparcial Juez contra empresarios que, por haber contribuido a campañas electorales, y como si por ese sólo hecho constituiría un indicio de delito, han exacerbado los ánimos no sólo de los políticos y agentes económicos, sino también del propio ciudadano.
Claro está que es imposible el presidente de la República no haya estado ajeno de todas esas aborrecibles negociaciones cuando, precisamente, los videos y audios que comprometían a congresistas eran aquellos que, en forma inesperada, habían votado en contra o en abstención en el anterior proceso de su vacancia para que no se arribara al mínimo legal de votos para ella.
Es conveniente siempre recordar que la legitimidad del ejercicio presidencial y la justificación de la autoridad para hacer cumplir las normas o de valorar los actos de gobierno debe emanar del prestigio político de quienes tienen el deber de conducir los destinos de un país y, ciertamente, Pedro Pablo Kuczynski lo ha perdido totalmente. No hay manera ya de insistir que el presidente permanezca en el cargo pues la licitud de las disposiciones que él dicte requiere de la integridad moral de ejercicio del mismo para la consecución efectiva del bien común.
Señor Presidente, por el bien del país, renuncie.
gustavoromeroumlauff@gmail.com
@GRomeroUmlauff