Expertos de varias partes del mundo consideran el anuncio de los aranceles estadounidenses a las importaciones del acero y aluminio como una declaración de guerra por parte de Trump y su gobierno contra la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Durante su campaña presidencial, Donald Trump mostró hostilidad hacia la OMC, en donde calificó a esta organización como un «desastre», y sugirió que su país podría retirarse si Estados Unidos no pudiese negocias algunos reglamentos, en especial en materia de tarifas aduanales.

Tras convertirse en mandatario de este país, Trump siguió con los ataques a la organización y su supuesto bilateralismo, lo cual según él, impulsa a la institución «un poco más hacia el abismo«.

Después de anunciarse las aranceles al acero y aluminio, así como aplicar sanciones para algunas importaciones chinas, Estados Unidos lanzó un procedimiento ante la OMC contra China, acusada de «afectar los derechos a la propiedad intelectual de sus empresas».

Un especialista que trabajó para la OMC durante veinte años asegura que «el hecho de que hayan llevado el diferendo a ante la OMC, significa que se habla de Trump contra la Organización, sino de Trump utilizando a esta misma«.

Por su parte, un especialista de política comercial del Think Tank de Estados Unidos, Council on Foreign Relations, consideró que el día que se anunciaron estos aranceles, fue «el día de la muerte de la OMC», ya que este organismo no podrá sobrevivir a esto, pues se coloca por delante el asunto de la seguridad nacional.

Asimismo, dijo que Trump no busca destruir la OMC, sino que no quiere «estar presionado por reglas».