El ajolote de los lagos de México puede tener en su genoma una solución crucial para que las personas paralizadas puedan volver a caminar. A esta conclusión llegó un equipo científico estadounidense al comparar de qué manera se recuperan los ajolotes tras sufrir las más graves lesiones corporales y lo que pasa a los humanos cuando sufren algún traumatismo.
El ajolote, conocido en el mundo angloparlante como “salamandra mexicana”, tiene la sorprendente capacidad de regenerar extremidades e incluso la médula espinal después de resultar dañada. Un informe presentado este domingo en San Diego (California, EU) durante el Encuentro de Biología Experimental 2018, explicó qué mecanismos permiten al animal activar esta ventaja a nivel molecular.
Cuando un ajolote sufre alguna lesión en su médula espinal, sus células gliales (aquellas que desempeñan funciones auxiliares en el sistema nervioso) comienzan a proliferar rápidamente, detalló Karen Echeverry, profesora asistente del departamento de genética, biología y desarrollo celular en la Universidad de Minnesota. De esta manera, el organismo del animal consigue reconstruir las conexiones entre los nervios y reconectar la médula lesionada.
Al contrario, cuando una persona sufre un traumatismo de igual gravedad, las células gliales forman un tejido cicatricial, algo que impide que los nervios se vuelvan a conectar entre sí. “Los humanos tienen una capacidad de regeneración muy limitada, mientras que otras especies, como los ajolotes, tienen una notable capacidad de regenerar funcionalmente las extremidades, el tejido cardíaco e incluso la médula espinal después de una lesión”, cita Science Daily.
Según estableció el equipo encabezado por Echeverry, en ambos casos el responsable es el juego de proteínas que elabora cada organismo. Una de estas proteínas, designada c-Fos y presente tanto en los anfibios como en los humanos, es crucial para el proceso de regeneración. Sin embargo, en las personas, esta impide a funcionar a otra proteína, conocida como c-Jun, que desencadena la cicatrización.
“Hemos descubierto que a pesar de esta diferencia en la respuesta a las lesiones, estos animales comparten muchos de los mismos genes que tienen los humanos”, señaló la profesora. “Este conocimiento podría ser útil para diseñar nuevas terapias para las lesiones de médula espinal u otras enfermedades neurodegenerativas”.
La médula espinal es un conjunto de nervios y tejido auxiliar que se extiende a lo largo del canal vertebral desde el cuello hasta el coxis (o el rabo, en caso de los animales). Si está dañado o lesionado, los mensajes provenientes del cerebro no alcanzan su objetivo, lo que provoca la pérdida parcial o total de la sensibilidad o la inmovilización de extremidades, órganos internos o de una región entera del cuerpo inferior a la lesión.
A estas personas con paraplejias se les podría ayudar con un fármaco para desactivar las proteínas c-Jun, creen los científicos, un medicamento que permitiera que las células gliales fomenten la recuperación de la médula espinal, tal y como sucede en los ajolotes.
Los animales en cuestión son endémicos del sistema lacustre de la Ciudad de México y sus alrededores, pero se encuentran en peligro de extinción. Miden normalmente entre 15 y 30 centímetros.
Además de su aspecto raro, con branquias externas, son conocidos por poder alcanzar la madurez reteniendo sus propiedades larvarias. Otra propiedad espectacular es su capacidad para hacer volver a crecer las patas perdidas. En los últimos años, los biólogos establecieron que no solo pueden recuperar las extremidades, sino igualmente partes de su cerebro, si el ajolote sufriera una mordedura en la cabeza.