Como sociedad, aceptamos que existe la adicción a sustancias como la nicotina, el alcohol y otras drogas. Pero, cuando se trata de sexo, los expertos no se ponen de acuerdo en si esta adicción es real o es un mito.
Actualmente, la adicción al sexo no es un diagnóstico clínico, lo que significa que, al menos en Reino Unido (pero también en otros países del mundo), no hay cifras de cuánta gente ha buscado ayuda médica por este problema.
Los editores del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, una herramienta de diagnóstico clave en Reino Unido y Estados Unidos, consideraron incluir la adicción al sexo en la última edición del texto, pero finalmente no lo hicieron por falta de evidencia.
Pero ahora, se ha propuesto la inclusión del término «comportamiento sexual compulsivo» en la Clasificación Internacional de Enfermedades, el manual producido por la Organización Mundial de la Salud.
La inclusión de la adicción al juego fue considerada en el pasado en la categoría de comportamientos compulsivos, pero obtuvo el estatus formal de diagnóstico como adicción en 2013 junto con el llamado trastorno por atracón, después de que surgiera nueva evidencia.
Terapeutas creen que la adicción al sexo puede seguir el mismo camino.
Un estudio publicado en 2014 señaló que la actividad cerebral en los «adictos al sexo» cuando miraban pornografía es similar a la de los adictos a las drogas cuando les mostraban su droga preferida.
En ese momento, la autora principal de la investigación, Valerie Voon, de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, dijo que “éste es el primer estudio que se centra en personas que sufren estos desórdenes y que se observa su actividad cerebral, pero no creo que ahora entendamos lo suficiente como para decir que se trata, claramente, de una adicción».
Creer que alguien puede ser adicto al sexo depende en gran medida de lo que uno considere que es una adicción, y actualmente no hay una definición oficial aceptada.
Si se trata solamente de algo de lo que una persona llega a depender fisiológicamente, (y si se le quita le puede producir daño físico), el sexo «no puede ser una adicción», señala Frederick Toates, profesor emérito de la Universidad Abierta de Reino Unido.
Pero Toates cree que una definición más amplia es más útil.
Hay dos características clave que distinguen a una adicción, dice Toates: la búsqueda de una recompensa o de placer, y la existencia de un conflicto en torno a este comportamiento.
La búsqueda de una recompensa es lo que muchos expertos creen que diferencia una adicción de un comportamiento obsesivo compulsivo, aunque ambos son muy similares.
La gente que sufre una adicción busca una ganancia en el corto plazo, incluso si ésta es menor que la pérdida en el largo plazo. En cambio quienes sufren un desorden obsesivo compulsivo ejercen un comportamiento que no les da ningún placer, explica Toates.
Pero todos buscamos placer, entonces, ¿en qué se diferencian la búsqueda regular de placer y una adicción?
La psicóloga Harriet Garrod cree que un comportamiento se vuelve una adicción cuando alcanza un nivel de intensidad tal que provoca un daño en el individuo y en quienes lo rodean.
La adicción a la comida y a las apuestas fueron reconocidas como condiciones diagnosticables mientras que la adicción al sexo no, porque ambas han estado en la conciencia pública desde hace más tiempo, dice Garrod.
Abigael San, psicóloga clínica, cree que el comportamiento sexual puede ser adictivo, pero la gente que tiene dificultad para mantener el control, el sexo en sí mismo es un elemento secundario de otro problema subyacente, ya sea depresión, ansiedad o trauma, que lo lleva a recurrir al sexo como mecanismo para lidiar con este problema.
«Diferentes actividades y sustancias activan vías de recompensa de diferentes maneras, pero aún activan esas vías de recompensa«, dice San.
«No hay razón para creer que el sexo no funciona de la misma manera, es solo que aún no tenemos evidencia suficiente«.
Pero San no está convencida de que catalogarlo como una adicción sea, necesariamente, una ayuda para la gente, sobre todo para aquellos que usan el sexo para lidiar con otros problemas, y cree también que puede generar diagnósticos excesivos.