Carlos Meneses Sánchez
(EFE).- Carlos Alberto Júnior ha sentido los goles de la Canarinha en este Mundial de Rusia de una forma diferente, a través de las manos de un intérprete que le narra cada jugada en una pequeña maqueta de un campo de fútbol.
Como él, un grupo de personas sordociegas se reunió hoy en el Memorial de la Inclusión, en Sao Paulo, para vivir por medio del tacto cada oportunidad y cada jugada de la derrota de Brasil frente a Bélgica en los cuartos de final.
Para ello se valen de intérpretes, que en muchos casos ya son como de su familia, y de un tablero cubierto con una tela que imita el césped, unas porterías de plástico y las líneas blancas del terreno de juego en relieve.
Una mano del guía hace de pelota; la otra, del futbolista que conduce el esférico con el objetivo de imitar, con total exactitud, sobre la maqueta lo que ocurre en el estadio Kazán Arena.
«Cuando hay gol me pongo feliz, celebro, vibro como los otros. Siento las mismas emociones, cuando cae, cuando es falta, esa cosa del nerviosismo… El intérprete me trasmite esas emociones a través del tacto«, explica a Efe Carlos Alberto, que da un pequeño golpe al tablero cada vez que la Canarinha pierde una ocasión clara de gol.
Si Brasil tiene la posesión, un segundo intérprete les hace la marca de una ese en la espalda; y si es Bélgica, unos pequeños toques en el hombro.
Con el tanto de Renato Augusto, que recortó distancias en el marcador y recobró las esperanzas para una remontada, brazos y tableros arriba, emoción desbordada y un redoble de Carlos Alberto con su batería para animar a la hinchada.
Este brasileño de 31 años, vestido con la segunda equipación azul del combinado nacional, es sordo de nacimiento y perdió la vista por completo cuando desarrolló el síndrome de Usher.
Su intérprete, Renato Rodrigues, de 37 años, es también su amigo. Se conocieron hace poco más de una década, pero fue a partir del pasado Mundial, que se celebró precisamente en Brasil, cuando surgió la idea de crear un campo táctil y transmitir los partidos a través de ellos.
«Cuando Brasil perdió 1-7 contra Alemania me acuerdo exactamente de cómo fueron los goles porque mi colega me los interpretó también y sentí aquella emoción mala«, recuerda Carlos.
Muchas de sus referencias en la actualidad son de cuando tenía visión y, por ejemplo, se imagina jugando a las estrellas de ahora, a los Neymar, Casemiro y Marcelo, a los que no ha visto en el terreno de campo, como lo hacían las de antes, los Ronaldo, Rivaldo o Roberto Carlos.
Por su parte, Rodrigues literalmente suda para controlar las emociones y transmitir con sus manos cualquier detalle de lo que ocurre sobre el césped.
«Uno tiene que aprender a ser neutro y tener cierta imparcialidad, controlar las emociones para transmitir lo que está pasando de manera íntegra: si cayó, si fue penalti, si agarraron la camiseta de alguno«, comenta a Efe.
«Mi preocupación es transmitir las emociones de todo lo que está pasando en cada minuto«, agrega.
Rodrigues se matriculó en un curso de lenguaje de signos a partir de su relación de amistad con un matrimonio vecino que sufría sordera.
Y lo que empezó siendo como un proyecto entre amigos hace cuatro años ha acabado por ser una iniciativa del Gobierno del estado de Sao Paulo, que decidió transmitir en el Memorial de la Inclusión los partidos de la selección brasileña para personas con distintos grados de deficiencia visual.
«Cuando pensamos en dar acceso a personas sordociegas, o ciegas, es entender la sensibilidad como algo que va más allá de las rampas en las calles, que no es que no sean importantes, pero siempre podemos hacer algo más y por qué no en la Copa del Mundo«, afirma a Efe Lara Souto, coordinadora del Desarrollo de Programas de la Secretaría de los Derechos de Personas con Deficiencia.
El resultado, sin embargo, no ha sido el esperado. La pentacampeona tendrá que esperar otros cuatro años para coronarse por sexta vez.
«Fue un partido difícil, yo pensaba que íbamos a levantar la Copa«, se lamenta Carlos Alberto al término del encuentro de este Mundial, que en Brasil, también es de la «Inclusión». EFE