En vísperas de una cumbre de la OTAN, hay un tema que aunque no forma parte de su agenda formal, nunca queda lejos de sus pensamientos: la migración. Y eso a pesar de que los cruces fronterizos ilegales están disminuyendo a ambos lados del Océano Atlántico.
Las separaciones familiares en la frontera entre México y Estados Unidos y la negativa de Italia a permitir el desembarco de migrantes rescatados en el Mar Mediterráneo en sus puertos ilustran las posiciones cada vez más severas sobre el control de fronteras tanto en Washington como en las capitales europeas.
En el acalorado debate político se pierde el hecho de que las llegadas de migrantes a Europa a través del Mediterráneo _ dese África y Turquía _ están en su nivel más bajo en cinco años, mientras que las detenciones en la frontera mexicano-estadounidense _ un indicador imperfecto aunque muy utilizado para contabilizar las entradas ilegales _ está muy por debajo de los datos de hace dos décadas.
“Las cifras no respaldan la histeria”, apuntó Joel Millman, vocero de la Organización Internacional para las Migraciones, con sede en Ginebra. “Los políticos saben qué mueve a los votantes, y esto es extremadamente efectivo para movilizarlos”.
Tanto en Estados Unidos como en Europa, la migración es cada una vez más un asunto político clave. Unos acusan a los que toman medidas drásticas contra la migración ilegal de convertir a los migrantes en chivos expiatorios de problemas como la delincuencia o el desempleo, incluso aunque la correlación entre ellos sea débil. El otro bando apunta que los políticos simplemente reconocen las preocupaciones de su electorado sobre la identidad nacional y la mala integración que ha sido ignorada durante años.