Esta ciudad nicaragüense ha pasado a convertirse en el símbolo de la resistencia al gobierno de Daniel Ortega, devenido en la némesis de los Somozas a los que combatió con los sandinistas. Ahora él poniéndose al frente de los paramilitares siembran el terror y la muerta en la atormentada Nicaragua cuyos niveles de conflictividad ya lleva contados casi 400 muertos.  Todo empezó con una decisión de incrementar los aportes a la seguridad social, pero en realidad el descontento larval lleva más años.

El país centroamericano ha vuelto a ver sus peores fantasmas desde el momento que el matrimonio de los Ortega (Daniel y su esposa) decidieron convertir el gobierno en una monarquía real sostenida en los mismos elementos del terror que los Somoza como familia había detentado y alimentado. Observar por las calles de Masaya el levantamiento vigoroso de los jóvenes que saben que no tienen futuro en un régimen sostenido sobre la irracionalidad de la fuerza han puesto sus pechos como murallas ante un gobierno donde los paramilitares montados en vehículos de la policía matan a mansalva en un reino donde el terror pretende inútilmente acabar con la revolución en marcha. La iglesia católica -importante actor político- se ha puesto contra Ortega y como la OEA pide elecciones anticipadas buscando reducir los costos de este baño de sangre que amenaza con extenderse en el tiempo. Observar a los paramilitares con sus rostros cubiertos y con armas de grueso calibre nos trae a la memoria el enfrentamiento de bandas criminales en el cuerno de África o en los últimos momentos de los Duvalier en Haití.  Nicaragua está en medio de un conflicto enorme que no parece atrapar la atención mundial que tiene el foco puesto más en los twitters de Trump y la hambruna de Venezuela. Pocos ven en este hecho el fracaso de gobiernos populistas que no quieren admitir el fin de su reinado y que solo pretenden acallar a balazos el descontento generalizado.

Las barricadas en Masaya y en otras ciudades de Nicaragua nos retrotraen a imágenes que creíamos superadas al punto que José Mujica el ex guerrillero y expresidente del Uruguay fustigó el alejamiento del gobierno de Ortega del sentido de pertenencia con el pueblo.

La clara y abierta valentía de los nicaragüenses tiene que ser apoyada por todos en una emergencia en donde los muertos se cuentan por centenares y donde las balas quieren acabar con la respuesta de una ciudadanía que solo quiere que los Ortegas se vayan del poder y sean parte de los parias que hundieron a sus países.

Masaya es la ciudad símbolo de la resistencia de los nicaragüenses, pero también la llamada de atención para entender el fin de gobiernos populistas que acaban de la misma forma que aquellos que alguna vez terminaron por desalojarlos del poder. Hoy todos debemos ser nicaragüenses y de Masaya.

@benjalibre