Para Angela Merkel es mejor dialogar que no hacerlo “esto es bueno para todos”, afirmó la canciller, al respecto de la invitación realizada por Donald Trump, presidente de Estados Unidos, al mandatario ruso Vladimir Putin para recibirlo en Washington este otoño.

Mientras la nueva política exterior norteamericana intenta de la mano de Trump reflotar su relación con los rusos, en Europa, no se ven muchos indicios de apaciguar los ánimos con el Kremlin con quien llevan confrontados abiertamente desde 2014, tras la anexión rusa de Crimea.

La tirante relación de amor y odio entre europeos y rusos quedó patente tras la caída del muro de Berlín (1989), el derrumbe del bloque soviético, la herida sangrante del comunismo -como entidad ideológica- entre una comunidad de países que terminaron finalmente escindidos del poder soviético… Europa del Este dejó de ser parte de la cortina de hierro.

Empero, desde el arribo de Putin al frente de la Presidencia de Rusia, soplan vientos de recuperación del protagonismo de antaño en la arena internacional reforzando su rol geopolítico, su actividad geoeconómica y desde luego, pretendiendo retomar el peso específico de su territorio.

Y Europa, en consecuencia, le tiene enormes recelos al sagaz exagente de la KGB: Putin lleva 14 años al frente de Rusia como presidente, más otros cuatro años como primer ministro, un cúmulo de 18 años en las cumbres del poder con una reelección en las urnas que lo ha colocado al frente hasta 2024.

Muchos de los pequeños países otrora comunistas temen que Rusia continúe su beligerante política de anexiones como sucedió con Crimea en el caso de Ucrania y con las confrontaciones con Georgia, por Osetia del Sur. Por eso, Ucrania ha tocado desesperadamente a la UE para que le dé cobijo (es candidato a ingresar) y también a la OTAN (es miembro) para que le respalde militarmente.

Asimismo, Europa ve con muy malos ojos las intromisiones rusas en la política europea, no nada más Reino Unido se ha quejado –varias veces- de detectar a cazas rusos en su espacio aéreo haciendo fotos de su territorio sino también de embarcaciones militares rusas merodeando en sus aguas.

Hay acusaciones de interferencias de hackers rusos en varios procesos electorales en diversos países en los últimos dos años para alterar la convivencia política a fin de debilitarlos a su interior y de cara al exterior; y no podemos obviar el uso del Novichok en Reino Unido.

 

A COLACIÓN

Pero si el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dice que las relaciones de su país con Rusia “nunca han estado peor que ahora” con Europa el hilo está roto.

Le temen a la injerencia desde Moscú, pero al mismo tiempo los europeos necesitan a Rusia energéticamente hablando: Europa obtiene el 30% de sus importaciones de gas pagándole unos 250 mil millones de dólares de factura energética anual.

Hasta Trump se lo reprochó a frau Merkel en la pasada reunión de la OTAN le dijo que: “Alemania es prisionera de Rusia por su dependencia energética”. Desde luego tiene razón: el presidente Putin varios años ha amenazado con cortarle el suministro gasístico a Europa, de hecho, le subió el precio de 268.5 dólares a 485 dólares por cada mil metros cúbicos.

Por supuesto, igualmente requieren de petróleo ruso, el oleducto Druzhba bombea 1.8 millones de barriles de crudo diarios a Polonia, Alemania, Eslovaquia, República Checa y Hungría, a través de sus dos ramales; uno por  Bielorrusia y otro vía Ucrania hasta Eslovaquia y Hungría.

Los juegos de poder de Putin en el traspatio europeo han pasado además por presionar con cortar todo suministro vía Ucrania y usar únicamente el canal del Nord Stream, un gasoducto desde Vyborg, en Rusia, hasta Greifswald en Alemania.

A Ucrania le preocupa muchísimo porque dejaría de recibir ingresos por su papel de tránsito y el resto de Europa ve con recelo el papel de Alemania con los rusos sobre todo porque la mayoría sostienen el repudio a Putin por la anexión de Crimea.

Y en esa postura de condena, la UE ha relegado a Rusia desde 2014 de las reuniones del G7, igualmente le ha sancionado económicamente, comercialmente y en el ámbito de las inversiones; hecho que Moscú respondió también restringiendo su comercio con Europa.

En Helsinki, el líder ruso aclaró que Rusia no cesará el tránsito del gas ruso por Ucrania: “Estamos dispuestos a prolongar el contrato de tránsito que expira el año próximo si el contencioso entre las partes comerciales es regulado por la Corte de Arbitraje de Estocolmo”, subrayó Putin.

 

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

@claudialunapale