Enrique Peña Nieto, todavía presidente de México hasta el próximo 1 de diciembre, intenta vender como un éxito de su Administración un acuerdo -que tal y como está-, entierra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o NAFTA, por sus siglas en inglés.

No hay un trío si sólo están dos. Canadá se mantiene replegada de las pláticas: desde finalizar la cumbre del G7 en Quebec (en junio pasado) tras los indecentes insultos de Donald Trump, a su homólogo canadiense Justin Trudeau, a quien calificó de “deshonesto y débil”.

Y es, hasta el día de hoy, una incertidumbre si Trudeau aceptará un nuevo acuerdo renegociado tal y como está sobre todo por el famoso Capítulo 19 del TLCAN que el mandatario estadounidense no quiere porque impide a la Unión Americana juzgar en sus tribunales a empresas por casos de dumping o prácticas desleales, comenzando por los subsidios.

Aquí hay que poner las cosas en contexto: el pelirrubio primeramente NO lo ha puesto fácil, no se lo está poniendo a casi nadie en la aldea global… el presidente Peña Nieto llevaba medio año sin comunicarse con Trump desde que se colgaron el teléfono previo a una visita que nunca se llevó a cabo en Washington. ¿Por qué? Por lo del muro, Peña Nieto no quería que se mencionase en su encuentro, ni mucho menos, que se dijera ante la prensa internacional que “México  pagará el muro”.

Después está el repliegue de Estados Unidos en el contexto del multilateralismo con agrios dardos al libre comercio, la vuelta a un unilateralismo peligroso y coercitivo en el que México es una víctima fácil dado que el 80% de sus exportaciones tienen a la Unión Americana como mercado único. Ese mero hecho, junto con la elección de Andrés Manuel López Obrador como presidente, formó una burbuja de incertidumbre que amenazaba con seguir castigando a la economía mexicana vía la salida de inversiones y atizando al peso de por sí presionado ante el dólar y el euro.

Había que disipar la incertidumbre y la volatilidad, dar certeza a los inversores nacionales y extranjeros, quizá ese sea el único listón relevante que la capacidad negociadora del equipo de Relaciones Exteriores y de Economía lograron salvar in extremis: un acuerdo comercial con Estados Unidos, falso que hayan salvado al NAFTA-TLCAN lo que hicieron fueron tomar todas las peticiones de Trump –convertidas en sendos obstáculos-, y readecuarlas.

A él se le dio casi todo lo que pidió salvo una cosa: la famosa cláusula Sunset que pretendía someter el tratado al chantaje emocional, a una revisión quinquenal, de romper y rasgar que, desde luego, per se ahuyentaría a los inversionistas de verdad.

A cambio de darle a Trump más prerrogativas para su industria automotriz y más ventajas en el Capítulo 19 a favor de la intervención de los tribunales norteamericanos en materia de disputas comerciales, a cambio de eso, se logró que el acuerdo bilateral tal y como se anunció ayer lunes tenga una vigencia de 16 años revisable a partir del sexto año y prorrogable por 16 años más si ambas partes están de acuerdo.

 

A COLACIÓN

Llevaban más de un año renegociándolo y lo que se hizo finalmente fue salvar la relación comercial bilateral entre México y Estados Unidos por obvia simbiosis económica tricolor, aunque desde luego, allende las fronteras más de 14 millones de empleos están vinculados con la relación comercial trilateral.

Ya salvó México la especie, no ha salvado el NAFTA-TLCAN, ha salvado su pellejo, y como dice la BBC: si algo lo ha destrabado (lo que no salía ni con sosa cáustica) ha sido la aparición de López Obrador como un nuevo interlocutor con Washington y con Trump.

Porque entre Peña Nieto y Trump no había ni la más mínima sintonía, y quizá el republicano esté dando una “bienvenida” a López Obrador bajando un poquito la guardia porque el real triunfo sería ver a Canadá en el mismo podio.

En Europa, toda la prensa refirió al acuerdo bilateral comercial in extremis entre México y Estados Unidos, destacándolo como una victoria para el inquilino de la Casa Blanca; no obstante, como señaló The Guardian, queda por despejar la incógnita de qué hará Trudeau ante el amago de Trump.

Por su parte, el francés Le Monde, hablaba de cómo sería reemplazado L´Alena (en francés TLCAN) por una asociación entre dos que servía para que México despejase su incertidumbre y frenase la volatilidad.

Para Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, todavía hay tiempo para incorporar a Canadá y entonces tener un acuerdo de a tres que desde luego ya lo dijo Trump, en caso de darse, no se llamará más TLCAN “llevará otro nombre que sea menos injusto para nosotros”.

El tiempo apremia dado que se trate de un acuerdo bilateral o bien otro trilateral deberá pasar por el cedazo de los respectivos Congresos y Estados Unidos el 6 de noviembre tendrá elecciones para renovar el Senado mientras en México, el 1 de diciembre, gobernará un nuevo presidente con un nuevo Congreso. Ya vamos tarde…

 

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

@claudialunapale