Al final se ha consumado antes de que concluya 2018, me refiero a la firma del divorcio de Reino Unido respecto de la Unión Europea (UE) tras llegarse a un difícil acuerdo entre Downing Street y la directiva de la Comisión Europea así como del Consejo Europeo.
Ayer, en Bruselas, el ambiente que se respiraba era de funeral dado que no es una simple despedida es más bien una escisión dolorosa: Reino Unido entró al cónclave europeo a partir del 1 de enero de 1973 eso sí sin formar parte del euro porque solicitó una cláusula de exclusión.
No va a ser fácil, ni el proceso ni lo que vendrá, porque se abre una espantosa bruma de incertidumbre e interrogantes tanto para el país que se va como para todos los que se quedan dentro y ese miedo ha sido palpable en la ceremonia oficial en la que cada líder estampó su firma en el documento de ruptura así como en el acuerdo político.
Reino Unido es la quinta economía más grande del mundo y es la segunda más importante de Europa después de Alemania, con la coyuntura de la salida la economía británica ha entrado en una fase de crecimiento ralentizado y eso ha permitido que Francia le dispute el segundo sitio.
Todavía es muy pronto para saber primero el efecto real del abandono de la UE porque el proceso final, la ratificación de este documento, descansará en la Cámara de las Comunes precisamente una tarea que la primera ministra Theresa May deberá negociar lo mejor posible a fin de obtener los votos y avales legislativos necesarios, y entonces se llegue a la fecha del 29 de marzo de 2019, con un texto aprobado sobre la nueva relación temporal con los 27 miembros europeos.
La pelota caliente está en el tejado británico, propiamente parlamentario, para que la activación del artículo 50 suceda oficial e históricamente y sea entonces 2019 el año de la nueva reconfiguración del mapa político, económico, presupuestario así como del espacio Schengen.
Con May repudiada hasta por los legisladores de su propio partido conservador, enfrentada con la negativa absoluta a respaldarla a ella y al acuerdo recién firmado en Bruselas por parte de sus rivales laboristas (además los colmilludos del Brexit duro están prácticamente encima de ella) nada más un milagro de Navidad podría darle a May y a la UE el respaldo de los congresistas.
El peor escenario es que Reino Unido y la UE rompan en caliente y en seco sin un solo punto negociado y entonces sus relaciones queden nuevamente bajo la interrelación de las normas básicas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Y sería aún más catastrófico si el texto no es avalado, es decir, ratificado en la Cámara de los Comunes porque pone a May contra las cuerdas dentro y fuera, no sé si nuevamente Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea y Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo estarían verdaderamente dispuestos a volver a la mesa para renegociar un nuevo pacto ya con el tiempo encima y con la pretensión de, en 2019, dedicarle todos los esfuerzos a las elecciones europeas que serán celebradas en mayo próximo.
Unas elecciones que arrojarán una nueva cara en el Parlamento Europeo porque 73 eurodiputados ingleses deberán ser sustituidos y eso dará lugar a una nueva reconfiguración legislativa.
A COLACIÓN
Se ha convertido en una carrera contra el reloj: antes de que concluya el año, la premier británica deberá tener la ratificación, puede abrirse todavía más la caja de Pandora hasta llegarse al punto de no retorno que implicaría convocar elecciones generales anticipadas.
El nuevo año se avizora mucho más complejo y complicado, la UE teme que tras la huida de Reino Unido otras economías quieran seguir los mismos pasos buscando recobrar su autonomía en muchas áreas.
El ala más rancia británica, la que tiene el picaporte del poder, le colmó el vaso que la canciller germana Angela Merkel propusiera –y de hecho quedó avalado por la Comisión Europea-, una política de reparto de cupos de migrantes provenientes de Siria; es decir, que cada uno de los 28 países miembros acogiera a varios miles para evitar una sobrecarga en puntos como Francia y Alemania.
Así nació el Brexit, fue su lubricante; pero hay otros países que tampoco están muy de acuerdo con diversas imposiciones comunitarias como sucede con Grecia y con Italia.
El gobierno encabezado por el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, representa los puntos más extremos de la ideología de derecha y del agobiante populismo; llevan meses chocando contra el muro europeo porque no les dan el visto bueno a los presupuestos italianos que quieren aprobar para 2019. Ya han amenazado con irse del euro…y hasta de la UE.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales