La iraquí de la minoría yazidí Nadia Murad y el ginecólogo congoleño Denis Mukwege recibirán este lunes el Premio Nobel de la Paz en pleno reclamo a la comunidad internacional para que combata la violencia contra las mujeres en las guerras. «Hemos alcanzado un punto en el que no basta hablar de ello y denunciarlo. Debemos actuar de verdad, dijo Mukwege.

El médico, de 63 años, y la activista Murad, de 25 años, recibirán el galardón que el Comité Nobel les concedió por combatir esos crímenes de guerra y visibilizar la forma en que la violencia sexual se usa como arma contra las mujeres en guerras y zonas de conflicto. Ambos vieron reconocidos «sus esfuerzos para poner fin a la violencia sexual como arma de guerra y conflictos armados», anunció el Comité Nobel en Oslo. «Cada uno a su manera contribuye a visibilizar el problema para que los responsables puedan ser juzgados» dijo el comité.

El ginecólogo congoleño dirige en Congo un hospital en el que ayuda a las mujeres gravemente heridas por violaciones que incluyen muchas veces penetraciones con armas, bayonetas o botellas rotas. El Nobel es muy importante porque ahora el mundo entero sabe a qué violencia están expuestas las mujeres, dijo Mukwebe. «El cuerpo de las mujeres se convirtió en campo de batalla», señaló. La comunidad internacional tiene una responsabilidad. «Los autores deben saber que el mundo los castigará por sus actos».

Mukwege pasó gran parte de su vida adulta ayudando a las víctimas de la violencia sexual cometida por guerrilleros del Congo, tratando a miles de pacientes, defendiendo su causa y trabajando por su reinserción. En su hospital en Kivu del Sur atendió a miles de mujeres violadas, les brindó apoyo psicológico, así como asistencia jurídica y financiera, y hace constantes llamamientos a llevar ante la Justicia a los responsables.

La iraquí Nadia Murad es una de las 3.000 mujeres de la minoría yazidí que fueron sometidas a abusos sistemáticos y utilizadas como arma de guerra por la milicia terrorista Estado Islámico (ISIS) y pasó meses retenida como esclava sexual. Sin embargo, «se negó a aceptar los códigos sociales que obligan a las mujeres a permanecer calladas y avergonzadas por los abusos de los que han sido víctimas. Ha demostrado un coraje inmenso para mostrar su sufrimiento y alzar su voz en nombre de las víctimas», señaló el Comité.

Nadia fue vendida en dos ocasiones pero consiguió escapar de sus captores y ahora vive en Alemania. Actualmente trabaja por las víctimas de las torturas y abusos de la milicia terrorista como embajadora de buena voluntad de la ONU para la Dignidad de los Supervivientes de la Trata de Personas desde 2016. «Espero que el premio sirva para que la gente de distintas religiones se acepte y pueda convivir en paz», dijo la joven cuando se supo que recibiría el premio.