Como un potro indomable, la Europa de las conquistas sociales y de la rebeldía a flor de piel, se encamina a cerrar un año convulso ocupando nuevamente todos los titulares.
A lo largo de 2018, el continente europeo acaparó buena parte de la atención mediática a nivel global, apenas China con su repentina guerra comercial (en la que Estados Unidos la enfrascó) llegó a ensombrecer al viejo continente.
Desde el Brexit, hasta la oleada de inmigración ilegal que se cuela por todos sitios desde el Mediterráneo hasta por Ceuta y Melilla, junto con los múltiples desencuentros con el presidente Donald Trump obsesionado con enseñarle a sus homólogos europeos que la senda políticamente correcta pasa por el nacionalismo, lo local y el rescate de la ultraderecha.
Si China es el objetivo económico y comercial de la Casa Blanca, la Unión Europea (UE) es el político, no cabe ninguna duda, que hay fuerzas externas maniobrando para debilitar al club europeo… romperlo. La nueva Guerra Fría 2.0 apunta también a China y a Europa.
En estos momentos los 28 países que lo conforman (contando aún a Reino Unido) suman a 512 millones 596 mil 403 habitantes, es de acuerdo con datos de la Oficina Europea de Estadística, uno de los conglomerados económicos más grandes del mundo casi por encima de Estados Unidos con un PIB nominal de 18 billones 769 mil 286 millones de euros; la media de la tasa de desempleo hasta agosto pasado es del 6.8% y de sus problemas más acuciosos destaca el enorme peso de su deuda interna que al cierre de 2017 representaba el 81.6% del PIB.
Con la actual vorágine de cambios geopolíticos también se busca el reacomodo de la geoeconomía, y esta combinación va provocando diversos cismas en el puzzle europeo que, a tres semanas de concluir el año, enfrenta los siguientes estragos: 1) Nueva parálisis en los tiempos del Brexit y en el entendimiento entre Reino Unido y Bruselas; 2) en Francia, protestas masivas contra el gobierno del presidente Emmanuel Macron que amenazan la estabilidad gubernamental; y 3) en España, el gobierno en minoría del presidente Pedro Sánchez no logra aún sacar avante los Presupuestos Generales de 2019.
A COLACIÓ
El Brexit se ha convertido en la pesadilla de Europa, el desgaste no es nada más económico sino también anímico (el referéndum se votó el 23 de junio de 2016) hay una erosión política visible entre las relaciones británicas con el resto del continente.
Muchas inversiones están detenidas aguardando saber cuáles serán en definitiva los términos del divorcio, uno que se alcanzó apenas el pasado 13 de noviembre después de duros once meses de idas y venidas entre la primera ministra británica Theresa May y Donald Tusk, al frente del Consejo Europeo así como con Jean Claude Juncker de la Comisión Europea y desde luego la participación del resto de los 27 líderes europeos.
May, que ha tenido sus más y sus menos, intenta salvar su propio cuello y evitar la caída de su gobierno cada día más debilitado y en una situación de descrédito. No cuenta con los apoyos legislativos necesarios para conseguir la mayoría simple para aprobar el acuerdo de divorcio ella requiere al menos 320 votos a favor en la Cámara de los Comunes y le faltan cien.
No le ha gustado, ni a los legisladores tories ni a los conservadores, porque consideran que no se logra recuperar la soberanía y cortar el cordón umbilical de la UE, los puntos sensibles pasan por que Reino Unido, Escocia e Irlanda del Norte después de la activación del artículo 50, el día 29 de marzo de 2019, continuarán perteneciendo a la unión aduanera de forma indefinida y no podrán decidir de forma “unilateral” su salida.
Aunque a cambio, Bruselas le concede a Reino Unido que pueda negociar tratados de libre comercio con otros países y le permite además sacar al sector agrícola y pesquero de la unión aduanera.
Para la premier “este es el mejor acuerdo que se puede tener” y en todo caso es mucho mejor “que un no acuerdo”; ella esgrimió ácidamente que logrará “el control de nuestras fronteras, nos permitirá tener el control de nuestros flujos migratorios así como de nuestro dinero porque dejaremos de enviar dinero al presupuesto de la Unión Europea”.
Enfrascada en una muralla de oposición, sorpresivamente la mañana del lunes 10 de diciembre, en Downing Street, la primera ministra reunió a todo su Gabinete para anunciarle que no presentaría la votación del acuerdo como estaba prevista el martes 11 de diciembre.
El fuego desde Westminster la ha obligado porque prácticamente está atrapada entre dos opciones: presentar el acuerdo con el rechazo implícito y arriesgarse a una moción de censura que termine con la caída de su gobierno y un adelanto electoral o bien ganar tiempo renegociando con Bruselas e incluir -como ha prometido que lo lograría-, un apartado que incluya una fecha concisa de salida de Reino Unido, Escocia e Irlanda del Norte de la unión aduanera; quiere una salvaguarda especificada.
No obstante, puede terminar estrellada sin ningún apoyo ni adentro de Reino Unido ni afuera en Bruselas, porque Juncker se niega a renegociar y Tusk un poco más suave ha dicho que el acuerdo firmado es único… ¿cómo ayudar a doña Theresa?.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo
económico y escritora de temas internacionales