Si algo hay que reconocerle a Theresa May es su espíritu infatigable y su empecinado empeño en sacar avante la herencia podrida del resultado a favor del Brexit que le dejó su correligionario, David Cameron, entonces primer ministro de Reino Unido.

Cameron apenas vio el tamaño del desastre y le heredó el muerto apenas unos días después del resultado del referéndum, el 23 de junio de 2016; simplemente se marchó.

Ha sido desde entonces, un largo y desgastante calvario por lo inédito del hecho, por lo significativo del acontecimiento, por lo histórico del suceso al ser el primer socio europeo en decidir abandonar el club de la Unión Europea (UE).

Si bien el Tratado de Lisboa recoge en su artículo 50 la posibilidad de una salida de un país miembro, sin embargo, el proceso ha sido complicadísimo por el hecho mismo de la situación geográfica de dicha nación y de sus posesiones.

No se va nada más Reino Unido de la UE, también lo hace Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar, por esa razón la escisión  es costosa, desgastante y un laberinto sin salida.

El punto más sensible es la situación de Irlanda del Norte: precisamente el acuerdo de divorcio del Brexit que se votó ayer en la Cámara de los Comunes incluye que ésta siga dentro de la unión aduanera… por eso lo consideran “suave”.

Ayer, la premier británica se estrelló contra sí misma, estaba agotada, su rostro era un poema de Byron, uno de letras desapacibles, anticipaba la debacle: 202 votos a favor del acuerdo de ruptura del Brexit y 432 votos en contra.

Ni su discurso previo, más flemático, que apasionado logró despertar la fibra sensible de los parlamentarios, a pesar de que habló del sentido histórico de dicha decisión; o de estar en juego el futuro de “nuestros hijos” y de “nuestros nietos” y de varias generaciones.

Reino Unido no sabe bien a bien cómo desenchufarse de la Unión Europea (UE)  muestra fehaciente de que a lo largo de 46 años de pertenencia al cónclave se ha entretejido una frenética simbiosis económica, comercial, de inversiones, de trasiego de dinero, de facilitación de servicios financieros, de enorme movilidad humana, de cielos abiertos y de mares también.

¿Cómo se rompe con eso? La Cámara de los Comunes al rechazar el Brexit suave profundiza todavía más la incertidumbre que tiene a miles de inversionistas detenidos en sus decisiones dado que ignoran cómo quedarán finalmente los lazos entre la isla y el resto del continente europeo.

¿Han dicho que no porque lo que quieren es un ruptura total sin ningún papel hablado de por medio, sin ninguna pauta a seguir y que desde el 29 de marzo de 2019 todo sea un desastre? En lo personal yo creo que no tienen ni idea de cómo salir del enorme brete aunque algunos del núcleo duro del Brexit crean que todo se subsume  a que la nación británica en su conjunto se acoja a las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

 

A COLACIÓN

Apenas conocerse el resultado de la votación del acuerdo del Brexit, Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, declaró que era necesario que los británicos aclarasen qué quieren y cómo quieren irse de la UE; también, Jean Claude Juncker, dijo que tomaba nota “con pesar del resultado” y refrendó que solicitaba a Reino Unido a clarificar sus intenciones tan pronto como sea posible, “el tiempo está casi agotado”.

Contando a partir de hoy quedan 72 días para que se cumpla el plazo pactado para el inicio de la salida y la desconexión de la UE, ya no es sólo que el tiempo esté encima es que siguen los escollos a su alrededor, por ejemplo, la primera ministra se enfrenta a una  moción de censura por parte de los laboristas buscando elecciones generales adelantadas.

Lamentablemente en esta vorágine se arrastra a toda la UE, a todos los europeos y sus millones de residentes extranjeros, en un año delicadísimo porque es electoral hay elecciones para el Parlamento el 26 de mayo, serían  las primeras sin Reino Unido, pero si no se va o no termina de irse… o si piden una extensión del plazo de salida hasta julio; el desastre es una baza, además, para todos los grupos de ultraderecha y nacionalistas eurófobos y euroescépticos  que esperan sacar su tajada política en votos para posicionarse en el Parlamento Europeo.

La factura del Brexit terminará siendo costosísima, impagable en términos de incertidumbre, volatilidad, fuga de dinero, de inversiones, desconfianza, desanimo ciudadano, incredulidad hacia la política y los políticos. ¿Qué puede suceder? Un Brexit duro; la caída de May; elecciones generales y que gane un político que quiera una ruptura absoluta  de borrón y cuenta  nueva. ¿Un milagro? Otro referéndum y que esta vez triunfe el remain.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales.