Centenares de migrantes hondureños que se dirigen a Estados Unidos en una caravana ingresaron sin problemas el jueves a México, a donde están arribando a cuentagotas.

Con un brazalete en la mano, los migrantes -que ya traían un registro migratorio de su entrada a Guatemala- recibieron buen trato en el cruce fronterizo, a diferencia de otra caravana en octubre de 2018, la cual enfrentó retenes y gases lacrimógenos al intentar ingresar a México.

Uno de los beneficiarios fue el hondureño David Torres, de 34 años, quien indicó que las autoridades migratorias mexicanas le permitieron el ingreso y le pidieron que aguarde cinco días dentro de Guatemala o en territorio de México junto a las oficinas de migración para que le sea tramitada su solicitud de visa humanitaria, la cual le permitirá permanecer y trabajar un año en territorio mexicano.

“Me tomaron las huellas digitales, me pusieron un brazalete”, dijo Torres, que asegura ya vivió en Estados Unidos y que desea regresar a buscar trabajo.

Varias familias numerosas, incluso con bebés en brazos, viajan en esta caravana de migrantes.

Yolanda Sánchez, de 28 años, avanza con 11 familiares: Su esposo, sus cuatro hijos _entre ellos un bebé_, además de la prima de su marido que viaja con su pareja y sus cuatro vástagos. Lleva en sus brazos al bebé de menos de un año, al que alimenta con leche materna y que aparentemente ha comenzado a resfriarse.

“Sabemos que va a ser difícil, pero allá (en Honduras) ya no se puede”, aseguró Sánchez.

A ratos los niños se quejan de cansancio o hambre, pero ella confía en que alguien los apoye con comida.

Sánchez y sus familiares salieron el lunes de la localidad hondureña de Colón después de enterarse de la caravana por las redes sociales. Su esposo se quedó sin trabajo y no pudo inscribir a sus hijos en la escuela.

Julia Escalón, de 43 años de edad y que viaja con cuatro hijas, una nieta y su esposo, dijo que es la primera vez que intenta migrar a otro país. Asegura que no solo se les acabó el dinero sino las esperanzas de tener una vida normal y tranquila en Honduras.

“En San Pedro no tenemos dónde vivir; ni alquilar podíamos. Voy a hacer mi sueño y llegar a Estados Unidos”, afirmó la mujer, que se resguarda del ardiente sol, con su hija de dos años en brazos, bajo un árbol en la ciudad fronteriza de Tecún Umán, entre Guatemala y México.

Escalón tiene otra esperanza: el gobierno del nuevo presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.

“Nosotros nos esperamos a que llegara este nuevo presidente”, dijo. “Creemos que nos va a ayudar; pensamos que nos van a tratar mejor que la anterior caravana”, refiriéndose a la de octubre de 2018 en la que se usó la fuerza policial y militar para detener infructuosamente a más de 5.000 migrantes centroamericanos, que a fin de cuentas cruzaron la frontera sin registro.

En tanto, Miriam Zelaya va con 12 familiares, entre hijos, hermanas, primas y cuñados. Llevan a tres niños.

La familia de Zelaya ha caminado, tomado autobuses y dormido en banquetas, pero espera que el sacrificio no sea en vano y logren alcanzar territorio estadounidense.