Responsable del salto al cine comercial del actor porno Rocco Siffredi y experta en desnudar ante la cámara los deseos más prohibidos, la cineasta francesa Catherine Breillat protagoniza este mes un ciclo en La Casa Encendida dedicado a la adolescencia y el despertar sexual.

«Toda mi vida he hecho cosas que la gente consideraba imposibles y, por ello, las rechazaban. Aquello que da miedo a todo el mundo, a mí me produce angustia. Pero esa misma angustia me libera, porque cobro consciencia de que no tengo nada que perder. Y es ahí donde encuentro la libertad. Tengo vértigo y caigo sobre todos aquellos peligros que me paralizan. Pero el verdadero peligro es el que me da alas«.

Catherine Breillat (Bressuire, Francia; 1948) se explica en un francés inagotable y sin pausas que no admite ni censuras, ni cesuras.

Ahora, con 70 años cumplidos y medio cuerpo semiparalizado (se mueve trabajosa, pero rítmicamente, con la ayuda de un bastón), la cineasta presenta en La Casa Encendida de Madrid un ciclo mínimo, pero extremadamente brillante, sobre la parte de su filmografía que cuestiona asuntos tales como la adolescencia, la virginidad, la inocencia y la sangre derramada.

Es cine que mancha. Una vez que cae sobre la retina, ahí se queda con la firme voluntad de cuestionarlo todo. Y siempre con una claridad a la altura de su violencia. «Me considero feminista, claro, pero mi cine no lo es. Mi cine es masoquista.

Soy consciente, que el cine que yo he hecho, y más en concreto mi primera película, ahora sería imposible hacer. Vivimos en una sociedad cada vez más puritana y retrógrada. Tampoco podrían filmar como lo hicieron antes Scorsese o Ferreri. Pasolini sería acusado de pedófilo y su cine proscrito. Ahora, la imagen de los cuerpos de los niños está completamente prohibida. Todo resulta abominable. Hemos acabado con la libertad a fuerza de confundir lo que expresa el arte y la vida. Dicen que hay que respetar las religiones como el Islam o el catolicismo, pero mi respuesta es que las respetaré cuando ellas me respeten a mí».

Hace poco se hizo notar por una declaraciones duras, o durísimas incluso, contra el movimiento MeToo y ahora, por aquello de despejar dudas, insiste. «Es un movimiento que me parece completamente retrógrado. Abyecto incluso. No comparto esa idea de la mujer llorando y lamentándose de su suerte como si fuera una víctima inocente y desvalida. La mujer ha de mirarse al espejo y demostrarse lo fuerte que es. Por supuesto que creo en la igualdad de oportunidades y en todas las reivindicaciones feministas, pero ése no es el camino. No es comparable una violación, que implica una agresión y violencia, y es un crimen, con el cásting de sofá. Tener miedo de perder el papel no significa haber sido violada, eso es otra cosa. Puede ser un cerdo el hombre que usa su poder para conseguir favores, pero no es un violador».

Con información de EFE/El mundo.