Hace unos días, el Parlamento Europeo aprobó que marzo de 2021 será el último año que los 28 países miembros de la Unión Europea (UE) ajustarán su reloj.
Tendrán que decidir: o quedarse con el horario de invierno o modificarlo de forma definitiva al horario de verano, pero ya no habrá otro reajuste se pondrá así punto final al cambio de hora porque los europeos lo han pedido.
Prácticamente quedan dos años para que cada país, a su libre arbitrio, decida en qué huso horario se queda si con una hora más o con una hora menos; muchos está haciendo comisiones especiales para dilucidar cuál será la mejor decisión.
Aunque eso sí, la Cámara dejó muy claro que si llegado 2021 hay países con dudas bien se podría dilatar doce meses más la decisión “para no perjudicar al funcionamiento del mercado interior”.
Desde junio pasado se pidió a los ciudadanos europeos que votaran a favor de mantener el cambio de horario o bien de suprimirlo y de casi 5 millones de votos más de un 80% se pronunció a favor de derogarlo definitivamente, decantándose, además porque prevalezca el horario de verano.
La Comisión Europea (CE) argumenta que los ciudadanos se han expresado, la realidad es que solamente lo han hecho el 1% del total de la población europea que en conjunto es de 511 millones 805 mil personas.
Con base a ese 1%, Jean Claude Juncker, presidente de la CE, abrió un debate que a todas luces no es necesario en la maraña de problemas empezando por el Brexit y terminando por el alza de los nacionalismos xenófobos. Pero ya está dentro del Parlamento.
Cada país evaluará si quieren amanecer con sol pero que al anochecer ya no esté oscuro y otros dirán que prefieren que el sol esté todo el día aunque sea más allá de las nueve de la noche y amanezcan con los grillos todavía durmiendo.
Se van a analizar inclusive los usos y costumbres en sus respectivos horarios, unos querrán merendar ya casi con el sol en el ocaso y otros querrán tomarse la cerveza en la terraza con la plenitud de la tarde.
Dos veces por año, en Europa como también en México y otros países del mundo, se manipula el reloj: una, el último domingo de marzo para adelantar una hora el reloj, y la otra, el último domingo de octubre para atrasarlo una hora. Europa ya lo hizo, México apenas ayer.
A colación
Resulta que se nos dijo que, ahorraríamos energía, ese fue el principal pretexto y todos decidimos apocar, aguantar y pensar que nos estábamos ahorrando dinero en la factura de la luz y que además en el buenísimo del medio ambiente hasta le hacíamos un favor porque al haber más sol prendíamos menos los focos… y resulta que el impacto es mínimo.
Según estudios de la Comisión Europea resulta que el ser humano sufre más afectaciones en su biorritmo que beneficios, esa sensación de sentirse atarantado todo el día, de tener apetito a destiempo, de no dormir a la hora acostumbrada y de sentirse abotargado, somnoliento y hasta deprimido tiene una razón: el cambio de horario.
Peor aún nuestro sacrifico biológico tiene un nimio impacto en nuestra factura de la luz y el ahorro de energía, de acuerdo con el mismo organismo, se trata de un ahorro de entre el 0.5% y el 2.5 por ciento.
El mito se cae, lo cuestión más interesante es por qué se cae hasta ahora… al menos en la UE en la que muchos países llevan desde 1973 cambiando su reloj dos veces al año, y ya de forma oficial, todos al unísono lo hacen desde 2001.
Aunado a que en Europa persisten tres husos horarios: el de Europa Occidental, el de Europa Central y el de Europa Oriental. En España, por ejemplo, cuyo reloj va con el de Alemania y Bélgica ha dicho que le gustaría usar su huso horario natural que es alinearse con Portugal y Reino Unido.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales