El próximo 28 de abril, España tendrá elecciones generales para elegir presidente, un nuevo Congreso y también Valencia elegirá a sus nuevos representantes.

Hasta este momento todas las encuestas dan al actual presidente, Pedro Sánchez, victorioso en las urnas, aunque ello no implica que pueda contar con los escaños del PSOE suficientes para contar con la mayoría absoluta para investirse como presidente.

Es decir, España enfrentará la misma rémora maldita de otros países de la Unión Europea (UE) que el que gana en las urnas no siempre gobierna si carece de la mayoría absoluta de su partido que lo respalde; lo que implica verse abocado a buscar pactos de coaliciones… y eso es  bajar a buscarle la cara al diablo.

Estos días cortos de campaña han sido el reflejo de esos meses largos de canibalismo político entre las diversas facciones políticas y sus respectivos líderes,  cada uno repite como merolico su propia retahíla de propuestas, antipropuestas y críticas.

La política es el espectáculo cansino, el ciudadano de a pie está agotado de esas peleas constantes de dimes y diretes entre montescos y capuletos; los blancos, contra los azules, contra los naranjas, los morados mientras la ultraderecha se frota las manos viendo su gran oportunidad dorada.

Es como el estreptococo que aparece en la garganta cuando bajan las defensas, así es la ultraderecha, España baja sus defensas agotada porque sus representantes viven carburando la industria del reproche mientras el ciudadano de a pie no logra resolver sus problemas más acuciosos: de  empleo y terminar el mes con el ingreso suficiente para cubrir todas las deudas que le llegan por el costo de vivir.

La ultraderecha de Vox, con Santiago Abascal al frente, logrará –según las previsiones- entre 25 a 30 escaños en el Congreso de los Diputados y también se colará en el Senado.

Con la fragmentación en el voto que también reflejará una fragmentación parlamentaria las dos fuerzas políticas más significativas del país ibérico como son el Partido Popular (PP) de centro derecha y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de centro izquierda se ven a merced de los partidos minoristas y allí Vox se frota las manos para buscar cómo vender lo mejor posible los escaños que le permitirán sumar un gobierno con la derecha.

Estos días de debates entre los candidatos a la Presidencia, me refiero a Pedro Sánchez, del PSOE; Pablo Casado, del PP; Pablo Iglesias, de Unidas Podemos y Albert Rivera, de Ciudadanos (el consejo electoral no permitió el acceso de Vox en los debates) se ha  visto precisamente ese enfrentamiento caliente entre lo que parecen dos bloques, uno de izquierda con la fórmula del PSOE y de Unidas Podemos; y otro de derecha con la sumatoria de PP, Ciudadanos y Vox.

Dos  bloques con ideas contrarias, la izquierda quiere un diálogo con Cataluña y sus independentistas; los segundos, se dicen constitucionalistas y quieren todo el peso de la ley contra los independentistas sin ningún tipo de diálogo. Un punto complejo porque todo buen político sabe que cuando se atora un conflicto por un tiempo largo hay que tomarse un café con el enemigo para buscar un cauce, una solución negociada o pactada. Lo han hecho hasta los enemigos más irreconciliables como el palestino Yasser Arafat con el israelí Isaac Rabin.

A COLACIÓN

Cada vez estoy más convencida de que a la política no están llegando los mejores hombres ni las mejores mujeres, llegan los rijosos, los peores estudiantes, los marulleros; los que cambiaban la nota de clase con el profesor, los que copiaban; los fósiles y aquellos que tenían la lengua más suelta pero bastante apretado el cerebro para las entendederas. Llegan al poder los mejores oradores, los del rollo fácil y cercano, pero eso no los convierte per se en aptos para gobernar.

No es tan ajena de la política en México la situación política en España es más parece que hay una pandemia global en política: sube el abstencionismo, el ostracismo ciudadano, aumenta el desencanto y llegan los peores a la política. En Ucrania, un cómico acaba de conquistar la Presidencia de su país.

Hay mucho cansancio ciudadano generalizado, la gente no tiene al líder adecuado, ético, comprometido, trabajador con las ideas claras y capaz de aglutinar y escuchar hasta a quienes no están de acuerdo.

España, una joven democracia de 40 años, está prácticamente fagocitada, tiene grandes desafíos desde los independentistas en Cataluña hasta niños que comen una sola vez al día porque ya hay pobreza y además un sistema de pensiones a punto de colapsar.

Y el barco, más bien el Titanic, no tiene  forma de encontrar puntos de comunión entre sus diversos representantes políticos, prevalece la retórica de “tú idea como no es mía es mala” y eso, por ende, “no lo voy a apoyar”. Llegue quien llegue a la Moncloa, después del 29 de abril, tendrá un escenario socioeconómico complejo y lo peor es que sus contrarios políticos se encargarán de hacerle  más difícil gobernar a pesar del sufrimiento del  desempleado, del desahuciado de la hipoteca, del niño con hambre y del joven preparadísimo pero sin trabajo digno.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales