Cuando un sondeo realizado por el equipo de campaña del magnate Donald Trump dejó entrever a principios de este año que el mandatario se ubicaba detrás de los demócratas en algunos estados clave, hicieron lo que cualquier campaña habría hecho: intentaron ocultar los números desfavorecedores.

Cuando las cifras se filtraron a los medios de comunicación, un enfurecido Trump y sus asistentes inicialmente negaron la existencia del sondeo y posteriormente intentaron restarle importancia hasta que, finalmente, despidieron a algunos de los encuestadores.

Los engaños y la información contradictoria son, en parte, un acto reflejo: Trump y su equipo se han habituado a calificar de “falsas” las noticias poco halagadoras. Pero el drama interno en los días previos al lanzamiento formal de su campaña de reelección también podría ser una señal de problemas a futuro si el personal se siente indeciso sobre hablar con franqueza con un jefe que ha hecho del “ganar” una parte fundamental de su marca.

Todas las noticias sobre las encuestas del presidente son completamente falsas”, dijo el jefe de campaña, Brad Parscale, en un comunicado. “Los nuevos sondeos del presidente son extraordinarios y los números nunca habían sido tan buenos”.

El episodio también es un aleccionador recordatorio de que pese a los esfuerzos de la campaña de Trump por profesionalizar sus operaciones, no hay mucho que haya cambiado. A pesar de su enorme capacidad para recaudar fondos y de su creciente plantilla laboral que trabaja en una reluciente torre con vista al río Potomac, es muy posible que la campaña de reelección tenga las mismas filtraciones, rumores y rotaciones que padeció durante su camino a la Casa Blanca y los primeros meses de su mandato.

De hecho, la decisión de despedir a Brett Loyd, quien ahora dirige a la exencuestadora de la asesora de la Casa Blanca, Kellyanne Conway, es percibida por algunos no tanto como una medida para evitar las filtraciones, sino como un golpe sutil a Conway, cuya estrecha relación con el presidente ha causado recelo.

También fueron despedidos los encuestadores Adam Geller y Michael Baselice, según una persona con conocimiento de la decisión y que habló bajo condición de anonimato a fin de discutir asuntos internos de la campaña. Los encuestadores Tony Fabrizio y John McLaughlin permanecerán en la campaña.

En el mundo de Trump, nunca es bueno ser el emisario de malas noticias. Y algunos asistentes y aliados del mandatario han expresado en privado su frustración sobre la poca información desfavorecedora que se comparte internamente o con el candidato, bajo la creencia de que se le priva al presidente, quien es su propio estratega en jefe, de información vital necesaria para tomar importantes decisiones estratégicas.

Trump exige lealtad de su personal y le molesta en particular cuando obtiene información -sobre todo si es negativa- de los medios de comunicación.

En principio, los funcionarios negaron la existencia de la encuesta; luego, ABC News reportó las cifras que ubicaban a Trump detrás del favorito entre los demócratas, Joe Biden, en varios estados disputados, incluyendo Pensilvania, Wisconsin y Florida.

Destacó que una nueva encuesta privada mostró “enormes cambios a favor del presidente en los 17 estados que sondeamos, basados en las políticas fomentadas por los demócratas”. La campaña no difundió esos resultados.

Esas encuestas no existen”, dijo Trump en una entrevista con ABC News transmitida la noche del domingo, e insistió en que había hablado con otro encuestador que había llegado a la conclusión de que el presidente iba “ganando en todos lados”.