De cara a 2020, Trump obliga al mundo a un posicionamiento ineludible, su forma de hacer política está resultando evidentemente efectista, sus provocaciones astutas han sacudido a todo el avispero de la geopolítica.

Las 48 horas de los líderes del G20 en Osaka pasará a la historia como uno de los encuentros más torales de los que se tenga memoria reciente: muchas decisiones han sido tomadas en paralelo a Trump y como respuesta anti Trump.

La batalla inclusive además de política también es ideológica como en los viejos tiempos cuando un bando decía que el capitalismo era malo y el otro respondía que el comunismo era el pandemónium. Aquí el desencuentro está sucediendo entre el liberalismo occidental versus la resurrección del populismo de tintes totalitaristas.

El presidente ruso, Vladimir Putin, concedió una entrevista al Financial Times en la que utilizó de hipótesis principal el fracaso de las ideas liberales a las que calificó de “obsoletas”.

“La idea liberal presupone que no se necesita hacer nada; que los migrantes pueden matar, saquear y violar con impunidad porque sus derechos como migrantes tienen que ser protegidos”, declaró el dignatario ruso.

En esta política en los tiempos de Twitter, Donald Tusk, presidente saliente del Consejo Europeo, reviró en su cuenta personal que “lo que está realmente obsoleto es el autoritarismo, los cultos a la personalidad y los gobiernos de los oligarcas”.

Hay una resucitada veneración a la personalidad en varios gobernantes, envanecidos por el control, el poder los seduce y los pone a todos frente al mismo espejo en el que figura Trump y otros líderes no siempre democráticos ni demócratas como lo son su homólogo ruso Putin; el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan; el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu; el príncipe saudí, Mohamed Bin Salmán; el primer ministro húngaro, Viktor Orban; el vicepresidente y ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini; también está el mandatario chino Xi Jinping y el sátrapa norcoreano, Kim Jong-un. A todos les une el rechazo al inmigrante, la obsesión por las fronteras y el chovinismo más recalcitrante.

En ese endiosamiento, la columnista Nesrine Malik, manifiesta su preocupación ante la deformación padecida por diversas democracias atrapadas en el culto egocéntrico y egocentrista de algunos de sus representantes.

“Encima todos usan un lenguaje común, fundamentalmente decirle a su gente que si están dispuestos a compartir, a ceder sus derechos y privilegios para compartirlos con otros que no se los han ganado. Estamos hablando de los pobres, de los indocumentados… simplemente del diferente”, argumenta la analista.

A Malik, le llama mucho la atención que el G20 aceptase que el próximo año Arabia Saudita sea la sede del próximo cónclave, justo esa nación que “hace unos meses aparecía como un paria” con sus derechos humanos cuestionadísimos ante el atroz asesinato en su consulado en Reino Unido del periodista Jamal Kashoggi.

Esta imposición es una victoria para Trump, como lo señala Malik, hay una atracción fatal entre el mandatario estadounidense y Bin Salmán; el espaldarazo desde la Casa Blanca está ayudando a despegar políticamente hablando la influencia y el rol de los saudíes.

Otra exigencia impuesta por el presidente norteamericano en la pasada cumbre fue el roce de su hija mayor Ivanka Trump con los principales líderes congregados; es la segunda vez que él interviene directamente a favor de su primogénita para que ella obtenga un papel destacado, lo hizo en 2017 en el G20 en Hamburgo cuando le solicitó a la canciller germana Angela Merkel un espacio para que Ivanka desarrollase un encuentro con mujeres empresarias; de hecho, la hijísima sustituyó dos veces a su padre en mesas de negociación.

En Osaka, repitió en protagonismo al codearse con los mandatarios: los servicios de comunicación franceses compartieron un video en el que se observa a Ivanka participando –en inglés y en francés- en la conversación sobre justicia social que planteaba la primera ministra británica en funciones, Theresa May a sus contrapartes, el delfín galo Emmanuel Macron, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau y Christine Lagarde, del FMI; esta última sin esconder su incomodidad por la presencia de Ivanka en una conversación propia de otro nivel.

A COLACIÓN

Empero, aún hay más, Trump en sus nuevas reglas del juego ha impuesto su peculiar estilo de comunicación, prácticamente es su propio vocero; a golpe de tuit consigue lo inusitado: unas horas antes de volar de Osaka a Corea del Sur para reunirse con el presidente Moon Jae-in, invitó al dictador norcoreano a acudir a la línea fronteriza de Panmunjom para saludarse “solo quiero decirle hola”, escribió Trump infantil como si, presuroso, fuera a reunirse en el patio de atrás con su amigo de toda la vida. Confianzas aparte.

Dos reflejos en un mismo espejo, el del protagonismo incesante, para Jong-un, casi venerado en Corea del Norte, era imposible desperdiciar la oportunidad de lucirse ante el mundo y ante su propia gente… para Trump era el momento de recolectar la foto para el anaquel de la historia: el primer presidente en cruzar y pisar territorio norcoreano. Más votos para su causa.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales