Cuando Jordan Ballard leyó que una de las víctimas de la masacre en El Paso tenía pocos parientes e invitó al público en general a asistir al funeral, la residente de Los Ángeles compró un boleto de avión y viajó a la ciudad texana para rendir homenaje a una mujer a la que no conocía.

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Ballard se incluyó entre los cientos de extraños que desafiaron un calor de 38 grados Celsius para acudir al funeral de Margie Reckard, de 63 años. En medio de la soledad que lo embargaba, Antonio Basco, pareja de Reckard durante 22 años, dio la bienvenida a todos.

Llegué aquí esta mañana”, dijo Ballard, de 38 años, que vivía en la ciudad de Nueva York cuando ocurrieron los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. “Su historia me conmovió”.

Las exequias cambiaron de lugar, de una casa funeraria al Paz Faith Memorial & Spiritual Center, para acomodar a la multitud. Vocalistas y músicos se ofrecieron de voluntarios, incluida una banda de mariachis. Condolencias y ramos de flores llegaron al recinto.

Él sentía que iba estar solo con todo esto pero no es así”, dijo el jueves el director de la Casa Funeraria Perches, Harrison Johnson, en referencia a Basco. Antes de ingresar en la casa funeraria, alguien le obsequió lo que parecía una camiseta que decía El Paso.

Los quiero a todos”, dijo Basco antes de estallar en llanto.

Jason Medina, de 42 años, de El Paso, también sintió que debía venir. Vestido de negro y rojo al estilo zoot suit (pachuco como se les dice en México), Medina permaneció de pie en silencio y esperó su turno para despedirse de alguien a quien nunca conoció. “Ahora la conozco”, declaró Medina. “Todos somos familia, hermano”.