Gran Bretaña y la Unión Europea esperaban poner fin este jueves a las asperezas y la frustración derivadas de un proceso de divorcio que dura ya tres años al cerrar un principio de acuerdo para el Brexit, pero el primer ministro británico, Boris Johnson, enfrenta ahora la ardua tarea de vender el acuerdo ante su reacio parlamento.
Los rivales políticos de Johnson e incluso un aliado crucial rechazaron el acuerdo casi de inmediato, lo que dejó en duda su aprobación.
Apenas horas antes de una cumbre de los 28 jefes de estado o gobierno de la UE, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, tuiteó: “¡Lo tenemos! Es un acuerdo justo y equilibrado para la UE y el Reino Unido y la prueba de nuestro compromiso de hallar soluciones”.
Por su parte, el primer ministro Johnson dijo en Twitter que las dos partes habían cerrado un “gran nuevo acuerdo” e instó a los legisladores británicos a aprobar el texto en una sesión extraordinaria de la Cámara de los Comunes el sábado.
Posteriormente, en una conferencia de prensa conjunta en Bruselas, Juncker y Johnson proclamaron el acuerdo, aunque el primero expresó su tristeza por el Brexit. Dijo que no era necesario que Londres pidiera un nuevo aplazamiento de la fecha de salida, el 31 de octubre.
Al descartar cualquier nuevo aplazamiento, Juncker dejó a los legisladores británicos ante una opción sencilla: hay acuerdo o no lo hay.
“Si tenemos un acuerdo, tenemos un acuerdo y no hay necesidad de aplazamiento”, dijo.
Johnson acababa de tuitear lo mismo: “Este es un acuerdo que nos permite consumar el Brexit y salir de la UE en dos semanas”.
La libra reaccionó en alza al alcanzar su mejor tasa de cambio frente al dólar en cinco meses, pero volvió a caer cuando los aliados norirlandeses de Johnson torpedearon el acuerdo por la manera como resuelve la frontera de Irlanda.
Johnson necesita todo el apoyo que pueda conseguir para que un Parlamento profundamente dividido apruebe el acuerdo, habiendo rechazado en tres ocasiones un pacto negociado por la anterior primera ministra, Theresa May.
Los rivales políticos de Johnson alzaron las voces a coro para criticar el acuerdo, cuya supervivencia queda así en duda. El dirigente laborista, Jeremy Corbyn, la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, y el líder del partido Brexit, Nigel Farage, dijeron que no podían respaldar el acuerdo tentativo.
“Me parece que el primer ministro ha negociado un acuerdo aún peor que el de Theresa May, que fue rechazado”, dijo Corbyn.
El jefe negociador de la UE para el Brexit, Michel Barnier, ya ha vivido esta situación de cerca.
“Tenemos experiencia. Por eso mi temperamento de alpinista me mantiene prudente y cauto”, apuntó Barnier.
El principal obstáculo para cerrar un pacto fue encontrar una vía que permita la libre circulación de bienes y personas por la frontera entre el territorio británico de Irlanda del Norte e Irlanda una vez se consume el divorcio.
Johnson insiste en que todo el país, incluyendo Irlanda del Norte, debe abandonar la unión aduanera comunitaria, lo que obligaría a establecer controles fronterizos y aranceles.
Según Barnier, el nuevo acuerdo resuelve este problema al dejar al territorio británico dentro del mercado único comunitario -por lo que no se necesitarían controles fronterizos- y elimina los controles aduaneros en la frontera irlandesa. En su lugar, tanto los controles como los aranceles se aplicarán a los bienes que lleguen a Irlanda del Norte con destino a la UE.
Los acuerdos de aduanas y consentimiento son cruciales para garantizar la apertura de la frontera entre el territorio británico de Irlanda del Norte e Irlanda, socio de la UE, el principal obstáculo para el Brexit.