Un niño camina en su escuela rural a lado de campos fumigados de plaguicidas, pese a las protestas constantes de las maestras “porque los agrotóxicos matan”, mostró en fotografías Damián Marino, investigador de medio ambiente de la Universidad Nacional de la Plata, Argentina, uno de los países de Latinoamérica con mayor uso de plaguicidas per cápita, del orden de 10 litros por habitante por año, de los cuales 8 litros son glifosato, clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como potencial cancerígeno.

“Cultivos fumigados conviviendo con los juegos de los niños es parte de la vida cotidiana de esta ruralidad”, dijo en un foro organizado por el Seminario y Observatorio Académico Universitario de Sociedad, Medio Ambiente e Instituciones (SUSMAI) de la UNAM.

De acuerdo con sus investigaciones, este plaguicida está por todos lados: aire, agua de lluvia, en la cuenca del río Paraná, la segunda más grande de Sudamérica después del Amazonas, donde habitan 75 millones de personas, en lagunas e incluso en algodones, como consecuencia del modelo de producción agrícola basado en organismos genéticamente modificados y uso de plaguicidas (el 78 por ciento asociado al glifosato), documentó el investigador argentino.

En México, el 100 por ciento de las muestras de orina de niños de Ahuacapán contenía glifosato y en el 72 por ciento de las analizadas en Agua Caliente, de acuerdo con un estudio de 2019 de la Universidad de Guadalajara (UdG) y del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología (CIESAS), aplicado en ambas comunidades agrícolas de Autlán, Jalisco.

Pero desde antes, en 2017, se encontró glifosato en tortillas vendidas en tortillerías. Emmanuel González Ortega, investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de Xochimilco, realizó un estudio para conocer la presencia de transgenes en alimentos procesados elaborados con maíz. Analizaron casi 400 muestras de tortilla, botana, harina, tostada y cereal. En el 82 por ciento hubo presencia de transgenes.

“Encontramos que más del 90 por ciento de las muestras de tortillas producidas industrialmente, es decir en tortillerías usando harina de maíz, contiene algún tipo de transgene. Y en más del 70 por ciento de la muestra de tortilla analizada se encontró una de las líneas de maíz genéticamente modificado (NK603) con tolerancia al herbicida glifosato”, expuso.

Fernando Bejarano, director de la Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México, agregó que el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) tiene laboratorios para medir los residuos en alimentos, pero no los transparenta ni a la Secretaría de Medio Ambiente (Semarnat).