POR JOSÉ MARTÍNEZ M.
De veras no tienen madre.
Vivimos en el país de las maravillas, donde todo es posible. En las películas de animación la mayoría de personajes no tienen padres. Así, como los personajes de las películas de fantasía, nuestros políticos viven en una situación de orfandad.
Mientras a nuestros gobernantes el país se les deshace entre las manos, al amanecer, el presidente todos los días toca la lira.
Los refranes son sabios. “Nunca digas de esta agua no beberé”.
Pues sí.
Televisa –y lo dijo muy claro “El Tigre” Azcárraga– hace televisión para los jodidos. Y vaya que lo dijo un soldado del PRI.
Ahora, con la cuarta transformación Televisa ha pasado a convertirse en el pilar de la educación.
Frente a los estragos de la pandemia, no es el Estado el que resuelve los problemas, los “salvadores de la patria” ahora son sus antiguos enemigos.
Para el presidente Obrador “gobernar no tiene ciencia”. Claro, está acostumbrado a hacer cirugías con machete. Con la cuarta transformación hemos atestiguado el menosprecio por ciencia, la educación y la cultura.
En este mismo espacio hemos subrayado que la educación y un proyecto de nación van íntimamente de la mano.
Como país tenemos muchas facturas pendientes por pagar. Una lista de esos pendientes incluye: niños bien alimentados; padres comprometidos con el proceso educativo; profesores bien formados, evaluados y remunerados en todos los niveles.
Carajo. La pandemia nos está demostrando que nuestros políticos son unos analfabetas.
De poco sirve un plan de gobierno que diga a dónde quiero llegar como país si no tengo cómo ejecutarlo con las personas educadas para ello.
Se ha demostrado el analfabetismo de los funcionarios del más alto nivel. Una secretaria de Economía que es incapaz de leer correctamente una cifra numérica.
Tenemos un secretario de Educación tan gris como el asfalto, acostumbrado a los eventos rimbombantes pero ajeno a la más elemental pedagogía.
El gobierno de Obrador ha cometido errores garrafales en materia de educación. De la mano de los legisladores de Morena se empecinaron en dar marcha atrás a la reforma educativa, y lo logaron.
En lo político pagaron los favores a La Maestra por la contribución de sus huestes a la campaña de Obrador.
En materia de libros de texto recortaron el presupuesto a la Conaliteg y un número indeterminado de niños de educación básica lo resintieron, pues debido a la política de austeridad la Secretaría de Hacienda ordenó para el ciclo escolar 2019-2020 se dejaran de imprimir 40 millones de libros de texto gratuitos, de los 220 millones que se requieren.
En lugar de fortalecer la educación se ha actuado en sentido contrario sin importar en alto costo social que ello representa en un país donde la mitad de su población piensa con su estómago, que vive con su desnudez y siente con su miseria, razones para que muchos emigren de sus pueblos a la capital o muchos salgan del país por la falta de educación y de oportunidades.
Y ya no hablemos de la deserción escolar en el nivel medio superior.
Ahora la televisión, cuyos principios están más orientados a la diversión y el entretenimiento, suple a la Secretaría de Educación con el pacto firmado por el gobierno de Obrador y las principales televisoras. Al final se trata de un negocio más para los concesionarios.
En los primeros meses de su gobierno Obrador se comprometió a crear una empresa pública de telecomunicaciones operada por la Comisión Federal de Electricidad para brindar Internet a millones de hogares carentes de este elemental servicio ante el incumplimiento de Teléfonos de México de violar el compromiso social establecido en su contrato de licitación.
Pero el la empresa bajo la responsabilidad de la CFE es una quimera. Es un sueño producto de la imaginación del presidente Obrador.
Una empresa de la dimensión como la pretendida por Obrador y Bartlett no es por decirlo coloquialmente, “enchílame está gorda”. Requiere de una infraestructura tecnológica de avanzada, aun cuando la CFE disponga de una red de 50 mil kilómetros de fibra óptica que ya tiene instalada.
Si fuera tan fácil ¿por qué no la han echado a andar después de un año de haberla anunciado?
Lo que la pandemia nos está demostrando, es el enorme rezago del país en amplios sectores, el de la educación es uno de ellos y está asociado a otros.
Para cumplir con un proyecto educativo acorde a la nueva normalidad, requiere de un clúster. Es decir, el funcionamiento de un grupo de empresas y dependencias gubernamentales interrelacionadas para trabajar estratégicamente con un mismo objetivo. Se trata de un conjunto de acciones, no de ocurrencias ni de discursos prosopopéyicos.
Ahora nuestros geniales funcionarios de la cuarta transformación se dan cuenta que no todo es verborrea.
Para empezar no todos los hogares disponen del servicio de Internet. Según cifras oficiales 44 por ciento de los hogares mexicanos no tienen computadoras.
De acuerdo al Instituto Federal de Telecomunicaciones y el Inegi 56.4 por ciento de los hogares tienen conexión fija o móvil a Internet.
La Encuesta Nacional de Disponibilidad de tecnologías de la Información en los Hogares (Endutih) 2019, el 76 por ciento de quienes viven en la ciudades son usuarios de la Red y en las comunidades rurales apenas 48 por ciento.
Los datos de Endutih nos revelan las diferencias en los estratos sociales. En los hogares pobres 23 por ciento de los usuarios tienen de 12 a 17 años, mientras que en las familias más ricas la mayoría de los usuarios son adultos de entre 35 y 44 años. En tanto en los hogares de mayor poder socioeconómico los niños de 6 a 11 años tienen un acceso restringido a Internet.
Ahora bien, en México no todos los hogares tienen televisión.
En la pasada administración de Peña Nieto se llevó a cabo el programa de Transición a la Televisión Digital Terrestre con el propósito de actualizar las señales analógicas por señales digitales.
Se suponía que el objetivo era contribuir al desarrollo social y propiciar el acceso del país a la sociedad de la información y el conocimiento.
¿Acaso el gobierno de Obrador tomó en cuenta este factor? Parece que no.
En esencia se pretendía llevar las ventajas de la televisión digital a las familias de más escasos recursos en todo el país, pero los verdaderos beneficiarios fueron un puñado de funcionarios que hicieron un gran negocio con este este programa que fue usado más clientelarmente con fines políticos que social y educativamente.
Ahí hay una enorme veta para investigar actos de corrupción.
Lo malo, es que el gobierno de la cuarta transformación no tiene un verdadero proyecto de país y lo peor es que está inmerso en la corrupción y aún más ha terminado aliándose con sus adversarios a los que antes calificaba de “mafiosos”, en los que ha depositado ahora la educación en sustitución de la SEP