La tragedia del submarino atómico Kursk, en el que murieron sus 118 tripulantes, sigue persiguiendo 20 años después a los familiares de los marineros y al presidente ruso, Vladímir Putin, que acababa de llegar al Kremlin y aprovechó el accidente para reforzar el control sobre el Estado.
«Se hundió», respondió Putin con una sonrisa nerviosa a Larry King en una entrevista con la CNN un mes después de la tragedia.
Putin fue criticado por continuar sus vacaciones en Sochi, por guardar silencio durante más de una semana y por reunirse con los familiares de los marineros sólo diez días después del accidente, pero esa desafortunada frase fue demoledora para los rusos.
«Putin estaba perdido. No sabía qué hacer. Acababa de llegar al poder y los medios de comunicación se dieron cuenta de su posición de debilidad«, comentó a Efe Boris Kuznetsov, abogado de 55 familias de marineros muertos en el submarino accidentado el 12 de agosto de 2000 en el mar de Barents.
Era la primera gran prueba tras ganar las elecciones en marzo de 2000 y la suspendió. La televisión comparó el Kursk con la gestión de las autoridades soviéticas del accidente en la central nuclear de Chernóbil (1986).
Nada fue igual desde entonces. Ese trauma llevó a Putin a introducir una vertical de poder cimentada en el secretismo, reforzar el control sobre la prensa y lanzar un ambicioso programa de rearme.
Al igual que ocurre con el atentado terrorista de Beslán (2004) -las madres le responsabilizan de la muerte de sus hijos por la confusa operación de rescate en un colegio asaltado por terroristas-, Putin nunca ha acudido a un aniversario del accidente del Kursk y la televisión contribuye a enterrar el recuerdo.
Ante la indiferencia oficial, familiares y veteranos participan hoy en diferentes actos, entre ellos en la ciudad que da nombre al submarino, Kursk; el puerto de Murmansk, de donde partió el 10 de agosto de hace 20 años, y San Petersburgo, donde está enterrada una treintena de tripulantes del navío considerado entonces indestructible.
«Es una herida que siempre estará abierta. Hemos aprendido a vivir con ella. No tengo ninguna crítica que hacer a la flota o al Gobierno. No me importa cómo ocurrió. Eso no le devolverá la vida a mi hijo«, comentó a Efe Valentina Staroseltseva, que coordina todos los años actos en recuerdo del Kursk.
Su hijo, Dmitri, de 20 años, sirvió en el Kursk durante tres meses. Después de superar un exigente concurso, fue destinado al compartimento de máquinas número cuatro, donde acabaría muriendo.
Pero pasan los años y sigue sin haber unanimidad sobre las causas del accidente, la tardía reacción de la Armada, las conclusiones de la investigación oficial y la negativa a dirimir responsabilidades entre los altos mandos de la Flota del Norte, a la que estaba adscrito el Kursk, diseñado para hacer frente a los portaaviones estadounidenses.
«Comparto la versión oficial. La tripulación del Kursk estaba suficientemente bien preparada para salir al mar», señaló a Efe Anatoli Bagláev, antiguo vicealmirante de la Flota del Norte.
La versión oficial dictaminó que una explosión ocurrida en la cámara de torpedos -una reacción química entre el queroseno y el peróxido de hidrógeno que los propulsaban- fue la causa del accidente que acabó con la vida de toda la tripulación.
«Hemos extraído lecciones de la tragedia. Hemos dedicado más atención y medios a los servicios de rescate. Y retiramos dicho torpedo de la Armada», explicó.
Kuznetsov está de acuerdo con la causa del accidente, pero discrepa en todo lo demás.
«El principal motivo tras la tragedia es la negligencia de los mandos de la flota. Se lanzó al mar un buque que no estaba preparado para participar en unas maniobras a gran escala», explicó en conversación telefónica desde Riga.
Además de recordar que dicha clase de torpedo desarrollado por los alemanes -65-76A- había sido descartado por los ingleses tras un grave accidente ocurrido en 1955, recordó que nadie de la tripulación lo había disparado nunca y nadie conocía su funcionamiento.
«Tuvieron que llamar al oficial de otro buque para introducirlo en su silo. Ni siquiera había a bordo instrucciones sobre el uso del torpedo en el Kursk», insiste.
Además, denuncia que dos informes fueron falsificados precisamente para evitar que se dirimieran responsabilidades entre los altos mandos de la flota por ocultar las dimensiones reales del accidente y declinar los ofrecimientos de otros países para rescatar a la veintena de tripulantes del sumergible que no murieron en un primer momento a causa de la explosión.
El informe del jefe forense del Ministerio de Defensa, Víctor Kalkutin, concluía que los marineros murieron entre diez segundos y ocho horas después de la explosión y que, en ningún caso, se pudo haber rescatado a los 23 marinos que quedaron con vida en un primer momento.
«Es decir, murieron antes de que se declarara la emergencia por accidente, lo que salvaba a los mandos de la flota», señala el abogado.
Kuznetsov mantiene que las notas que dejaron tres de los marineros que se desplazaron al compartimento número nueve demuestran que estuvieron con vida durante dos días y medio.
También considera falso el otro informe de Serguéi Kozlov sobre las señales acústicas de SOS, que concluyó que los golpes de metal no procedían del sumergible hundido, sino de otro buque de superficie que se encontraba en la zona.
«Los informes estaban falsificados de principio a fin. De hecho, fueron después rechazados, pero la investigación nunca se reanudó», asegura.
El abogado responsabiliza personalmente a Putin de que nadie pagara por lo ocurrido en el Kursk, cuando los mandos tardaron doce horas en iniciar el rescate.
«Putin tomó una decisión política al no castigar a nadie. Fue una decisión ilegal. El ejecutivo nunca debido interferir en la labor del poder judicial», afirma.
El «Kursk» fue localizado a 108 metros de profundidad en la madrugada del 13 de agosto, cuando aún era posible salvar a 23 marinos, pero el Kremlin no dio el visto bueno para la operación internacional de rescate hasta una semana después.
Aunque algunas familias y expertos defienden esa versión, Kuznetsov niega que el Kursk se hundiera debido al impacto de un torpedo disparado por uno de los dos submarinos estadounidenses que surcaban la zona: Memphis y Toledo.
«Es imposible técnicamente, ya que hubo dos explosiones en un intervalo de más de dos minutos. Precisamente, fueron los americanos los primeros en oír la explosión y el presidente de EEUU, Bill (Clinton) me dijo a mí personalmente que se enteró del accidente el 12, un día antes que Putin», relata.
En su opinión, el accidente del Kursk es una de las muchas «secuelas» de la desintegración de la URSS.
«La gente prefiere guardar un secreto y proteger un trozo de hierro que a las personas que hay dentro, cuando lo más importante que hay en un país es su gente», asevera.