Una columna de opinión realizada por el médico Rafael Álvarez Cordero y compartida en la plataforma digital del periódico Excelsior, ha sido divulgada en las últimas dos semanas a través de WhatsApp por parte de usuarios que consideran su punto de vista como acertado.
El respetado médico resalta el mal trato de personal médico por parte del gobierno federal, la decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de elegir al secretario de salud actual, teniendo otras opciones que para Álvarez Cordero significarían gigantes en el área donde se desenvuelven, esto y mucho mas en Viejo, mi querido viejo.
Soy médico, desde mi infancia soñé con ser cirujano, estudié con ahínco en la UNAM y en el extranjero para ofrecer lo mejor a los enfermos de mi patria; de Francia traje el concepto de terapia intensiva y abrí la primera unidad de Cuidados Intensivos en el IMSS, como las que hay ahora en todos los hospitales; siguiendo las enseñanzas de mi padre, mi única pasión ha sido atender de la mejor manera a los pacientes y educar en salud a la población mexicana.
Soy médico, y me indigna todo lo que he visto desde el momento en que se inició esta administración; me indigna que el señor Presidente eligió como secretario a un individuo carente de toda información y experiencia en salud pública, que comparado con gigantes de la medicina como Jesús Kumate y Guillermo Soberón, se ve pequeño, insignificante e inútil.
Me indigna la agresión a la clase médica de los funcionarios entrantes, que desde las primeras sesiones en las academias de medicina y de cirugía afirmaron que todo lo anterior era una basura y que transformarían todo de arriba abajo.
Me indigna que cortaran los presupuestos de salud sin orden ni concierto, dejando sin trabajo a miles de trabajadores de la salud, que agredan a los Institutos Nacionales de Salud y a sus directivos sin fundamento, aduciendo que hay corrupción
Me indigna que destruyeron el Seguro Popular, que atendía a millones de mexicanos de manera eficiente, y que en su lugar crearon un Insabi que no tiene ni pies ni cabeza, sin normas, sin reglas de operación, sin resultados.
Me indigna que dejaron sin presupuesto a los organismos que atienden el VIH y otras enfermedades, a los centros de rehabilitación, a la FUCAM, que atendía en forma excelente a enfermas con cáncer de mama y a otros organismos que protegían la salud de los mexicanos.
Me indigna que, debido a la falta de conocimientos y a la desorganización administrativa, no se cubran adecuadamente los programas de vacunación y falten vacunas como BCG, SRP, DPT, VPH y kits de tamizaje neonatal. Me indigna que los legisladores aprobaran una Ley de Adquisiciones sin licitación, que viola la Constitución, daña a la industria farmacéutica mexicana, a los distribuidores y a millones de empleados y se decida comprar en el extranjero; el resultado será una catástrofe, el gobierno no tiene ni idea del problema sanitario que va a crear y los costos que tendrá en enfermedad y vidas humanas.
Me indigna el inmenso desorden y los errores evidentes en la Secretaría, tanto, que una excelente subsecretaria de Integración y Desarrollo, Asa Cristina Laurel, y otros funcionarios decidieron renunciar al ver el desastre sanitario que se avecina.
Y con motivo de la aparición del covid-19, me indigna todo lo que ocurre: no se reconoció el tamaño del problema, no se prepararon los hospitales, no se hicieron pruebas de detección, se despreciaron las advertencias de la OMS, la OPS y organismos internacionales; el Presidente convirtió la pandemia en un mal chiste que se previene con una estampita; me indigna que el subsecretario sea un triste pelele del Presidente que miente sin vergüenza, me indigna que el Presidente no use cubrebocas, aunque creo que lo hace por razones sicológicas inconfesables..
Pero, sobre todo, me indigna la enfermedad y muerte de millones de mexicanos, no sólo los que contraen el virus y mueren, sino muchos otros cuyos tratamientos y cirugías han sido diferidos; me indigna la enfermedad y muerte de cientos de colegas médicos, enfermeras, camilleros, ambulantes, laboratoristas, etcétera, que han luchado ya siete meses sin equipo adecuado, me indignan las agresiones aberrantes y detenciones arbitrarias a médicos y enfermeras.
Y por encima de todo, me indigna la actitud del Presidente, su indiferencia ante el dolor de millones de mexicanos, su negativa a escuchar a quienes demandan atención y medicamentos, su falta total de empatía —nunca ha visitado un hospital— y su desprecio por la vida humana.
Soy médico y, pensando en los médicos de hoy y los de ayer, que forjaron a lo largo de decenios un Sistema de Salud coherente —hoy deshecho, confuso e ineficiente—, hago responsable al señor Presidente y a los funcionarios de la Secretaría de Salud por la catástrofe sanitaria y social que no tiene parangón en la historia de México.