La masacre de nueve jóvenes en el departamento de Nariño encendió las alarmas en Colombia, que hace tan solo unos días fue sacudida por el asesinato de otros cinco adolescentes en Cali y teme que sean ellos el nuevo blanco de una violencia sin fin impulsada por economías ilegales como el narcotráfico.

La matanza ocurrió cerca de las 10 de la noche del sábado 15, cuando un grupo de jóvenes estaba reunido en una casa de campo de la vereda (aldea) de Santa Catalina, del municipio de Samaniego, hasta donde llegaron hombres armados que les dispararon.

Horas antes de la masacre, una adolescente había sido asesinada a tiros en la misma zona, crimen que se suma al de los ocho muchachos.

«La ocurrencia de masacres en el país manifiesta el altísimo grado de crudeza con la que los actores armados ilegales se encuentran disputándose los territorios para someter a la población civil a regímenes arbitrarios de violencia», aseguró la Defensoría del Pueblo.

Lo sucedido en Samaniego y en Cali, principal ciudad del suroeste de Colombia, deja un mensaje «de desesperanza y sin futuro» a los jóvenes del país, según ese organismo, que ve que «la barbarie es el peor camino para una sociedad».