Los dos gobiernos en conflicto desde 2015 en Libia anunciaron hoy un alto el fuego tras quince meses de intensos combates, y se comprometieron a trabajar con la comunidad internacional para hallar una salida negociada que incluya la convocatoria de elecciones.

La tregua, respaldada por separado tanto por el jefe del Gobierno de Acuerdo Nacional sostenido por la ONU en Trípoli (GNA), Fayez al Serraj, como por Aquila Saleh, líder del Parlamento en la ciudad oriental de Tobrouk, tutelado por el controvertido mariscal Jalifa Hafter, es la tercera que se anuncia en los seis últimos meses y se produce en vísperas de la reunión de paz que auspiciará la ONU la próxima semana en Suiza.

Además, ha sido recibido con aplausos de la comunicad internacional tras una semana de intensas negociaciones, con importantes visitas al país de responsables europeos, como el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Heiko Maas, y conversaciones entre los presidentes de Turquía, Recep Tayeb Erdogan, y Rusia, Vladimir Putin, que apoyan a cada una de las partes.

En esta línea, Stephanie Williams, responsable de la misión especial de la ONU para Libia (UNSMIL), animó este viernes a ambos rivales a «aprovechar esta oportunidad histórica y pensar en el futuro del pueblo libio» mientras que el presidente de Egipto, Abdelfatah al Sisi, uno de los principales apoyos del Ejecutivo no reconocido en el este, alabó «el acuerdo para el cese de las hostilidades».

Solo en los últimos quince meses, los combates han segado la vida de más de 1.800 personas -400 de ellas civiles-, causado heridas a más de 20.000 y obligado a más de 150.000 a abandonar sus hogares y convertirse en desplazados internos.

LÍNEA DEL FRENTE CONGELADA

Ambos contendientes mantienen sus fuerzas desplegadas a lo largo del estratégico golfo de Sirte, corazón de la industria petrolera libia, desde que a finales de mayo las milicias afines al GNA, apoyadas por miles de mercenarios sirios enviados por Turquía, lograran quebrar el asedio a Trípoli y hacer retroceder a las tropas y soldados de fortuna extranjeros bajo el mando de Hafter.

Esta misma semana, la Guardia para la Protección de las Instalaciones Petroleras, una de las milicias locales aliadas del controvertido mariscal, anunció el levantamiento del bloqueo a la producción y exportación de crudo que mantenía desde el pasado mes de febrero.

La decisión permitió que las centrales energéticas del país volvieran a funcionar y se recuperara el fluido eléctrico en la mayor parte del país.

Libia producía en torno a 1,8 millones de barriles de crudo al día antes de la revuelta que en 2011 puso fin a la larga dictadura de Muamar al Gadafi. En la actualidad apenas llega a las 100.000 unidades diarias.

En el último mes y medio, y ante la posibilidad de otra gran batalla, Turquía había enviado nuevos grupos de mercenarios sirios a la línea que divide el país en dos a la altura de la ciudad de Sirte, en apoyo del GNA, y su aliado, y la ciudad estado de Misrata había movilizado sus mejores armas.

Grupos de mercenarios sudaneses, chadianos y rusos bajo el mando de Hafter, en particular soldados de la Compañía Privada de Seguridad MIlitar (PSMC) rusa «Wagner Group», habían comenzado igualmente a cavar trincheras y colocar antiaéreos en torno al vecino oasis de Al Jufrah, base más avanzada en el oeste del Gobierno en Tobrouk.

LUCHA POR EL CONTROL DEL MEDITERRÁNEO ORIENTAL

Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil desde que en 2011 la OTAN contribuyera militarmente a la victoria de los diferentes grupos rebeldes sobre la dictadura de Muamar al Gadafi.

En los últimos meses, la guerra civil que se desató en 2015 tras la creación del GNA, se ha transformado en un enfrentamiento armado multinacional, totalmente privatizado, sin Ejércitos regulares, librado por milicias locales y grupos de mercenarios extranjeros.

El conflicto se ha convertido en un brazo importante del pulso que Turquía y Rusia mantienen con Europa y otras potencias internacionales por el control estratégico del Mediterráneo oriental, que tiene otro tentáculo en la guerra en Siria.

Además de los recursos petroleros sin explotar en la costa libia, que Turquía ya ha negociado con el GNA, Ankara ha comenzado a levantar bases militares en el oeste de Libia, zona cuyo dominio es esencial para controlar los flujos de la migración irregular a Europa.

Rusia, por su parte, busca en Libia recuperar los grandes contratos de infraestructuras que firmó en tiempos de Al Gadafi, mantener los rentables acuerdos militares que ha firmado con Hafter y afianzar un trampolín que le permita continuar y ampliar su expansión por África.